Cuando era joven, cada treinta y uno de diciembre hacia una lista de propósitos para año nuevo. Tenía la minuciosidad de dividir dicha lista en categorías: área académica, financiera, sentimental y espiritual. Cuando finalizaba el año, me sentaba a revisar si había logrado cumplir los propósitos que había escrito, y volver a replantear los del próximo año. El resumen de mis logros a fin de año, podía resumirse de la siguiente forma: académicamente cumplidor, financieramente ahorrativo, sentimentalmente ignorado y espiritualmente nefasto
Ahora bien, las dos últimas secciones de mi lista eran un desastre. A mis quince años nunca fui un don Juan, eso lo reconozco; pero esto no me incomodaba tanto como el saber que espiritualmente no había mejorado, sino incluso empeorado. Normalmente los propósitos espirituales no duraban ni un día. Ya para el primero de enero, había violado unos cuantos con motivo de la fiesta de año nuevo.
Creo que a todos nos ha pasado esto mismo de una u otra manera. En algún momento te has hecho el propósito de buscar más de Dios, y un tiempo después ya se te ha olvidado. Y me pregunto, ¿cómo podemos corromper tan rápido los propósitos que hacemos para con Dios?
Lo peor de esta situación, es que aceptamos el hecho que posiblemente Dios este bien con esto. Puedes un día prometer y no cumplir, y todo bien, Dios no se enojará, por qué Él es amor. ¿Estas seguro de esto?
“Cuando a Dios haces promesa, no tardes en cumplirla; porque él no se complace en los insensatos. Cumple lo que prometes. Mejor es que no prometas, y no que prometas y no cumplas.”
Eclesiastés 5:4-5
Cuando cumplí mis dieciocho años, tuve mi primera novia. Se imaginará la alegría que resultó por fin, cumplir un propósito de la lista; en el área sentimental. El caso es que mejor me hubiera sido continuar en soltería, pues fui peor novio que cristiano, y eso ya es decir.
En ocasiones prometía llamar, a mi entonces novia, y me olvidaba de hacerlo. Unos días la visitaba, y otros salía con mis amigos. Algunas veces era amoroso y otros apático e indiferente. Le resultará fácil deducir que la relación no prosperó, y con justa razón. Una vez que me regresaron a la soltería, me di cuenta lo mal novio que llegué a ser.
Esta simple escena de mi vida me hace preguntarle lo siguiente: ¿Usted toleraría que alguna persona que dice amarle, incumpla tanto lo que esas palabras significan? Si su respuesta es No, entonces déjeme hacerla la segunda pregunta: ¿Por qué entonces debería tolerarlo Dios?
La Biblia es clara en este sentido: A Dios no le agradan las personas que prometen y no cumplen.
Pienso que un gran error que han cometido algunos predicadores, es tratar de acercar a la gente tanto a Dios, que lo han bajado al nivel de un simple compañero. Muchos lo han quitado de su trono, para nivelarlo a nuestra conveniencia. Y a muchos se les ha olvidado que Él sigue siendo santo, que sigue siendo todopoderoso y por encima de todo, que sigue siendo Dios. Así que, olvidada esa perspectiva es fácil ser irreverente y dejar de lado todo lo que le hemos prometido alguna vez. La falta de temor y reverencia que algunos tienen hacia Dios, es ofensiva y hasta peligrosa. No cometamos el error de pensar que, aunque Dios se muestra amigo, no exige fidelidad, compromiso y cumplimiento.
¿Qué es lo que le has prometido a Dios y que no le estas cumpliendo? Será fidelidad, o tal vez prometiste buscarlo más. Quizás prometiste leer más la Biblia o hablar más con Él. A lo mejor prometiste que este año le servirías, o que finalmente le rendirías tu vida a Él. Lo cierto es que el año ya casi termina y solo tú y Él saben el estado de tales promesas.
Mi recomendación mi amigo lector, es que aproveches mejor el tiempo y cumplas lo que prometiste.
Cuando cumples a Dios, siempre habrá bendición. El siempre ha sido fiel, y espera de ti lo mismo.