“Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos.”
Romanos 14:8
Hace unos días pensaba seriamente, en lo que esta declaración de fe del apóstol Pablo representa. La parte de vivir nos es fácil de digerir, pero la de morir no tanto. Hay algo en nuestra humanidad que nos dice: “Lo de vivir esta bien, pero lo de morir: ehhh, gracias, pero mejor paso”.
Estudiando un poco esta frase, me doy cuenta que fue muy representativa para la iglesia primitiva. Durante 300 años, miles de cristianos fueron martirizados por causa de su fe, bajo el imperio Romano. Miles murieron quemados, decapitados, devorados por las fieras o luchando en el coliseo. Verdaderamente el mundo los odiaba por su amor a Jesús.
Pero no acabó ahí, sino que las persecuciones han perdurado a lo largo de la historia. Durante mas de 600 años, la inquisición se encargó de asesinar a cuanto creyente se opusiera, a las creencias anti bíblicas de la iglesia tradicional. Nuevamente el dilema fue: “tú vida a cambio de tú fe”. Estos valientes de la antigüedad y de la edad media, entendieron la idea de darlo todo por la causa del cristianismo. Hombres de los cuales este mundo no era digno, con una fe a prueba de todo. (¡Y a muchos de nosotros se nos hace difícil, siquiera ir un domingo a la iglesia!)
Pero si estás pensando que esto ocurrió solo en años donde el barbarismo reinaba; y los derechos humanos no estaban presentes en la sociedad, pues te invito a echar un vistazo a la siguiente historia:
“A lo largo de la noche, los miembros de la familia de Haim se consolaron unos a otros. Sabían que solo les quedaban algunas horas de vida. Habían sido detenidos por soldados comunistas, al ser considerarlos enemigos de la revolución.
Fueron obligados a cavar sus propias tumbas; y antes de ejecutarlos, los soldados le permitieron a Haim y su familia hacer una oración. Los padres y los hijos se tomaron de las manos y se arrodillaron juntos cerca de la tumba abierta.
Durante la oración el hijo menor de Haim escapo velozmente y desapareció en el bosque. Por su parte Haim persuadió a los soldados que no persiguieran al chico, sino que le permitieran llamarlo para que regresara. Mientras la familia permanecía arrodillada el padre rogaba a su hijo para que regresara y muriera junto a ellos: “Piensa, hijo mío”, le decía en voz alta, “¿se podrá compara algunos días que le robes a la vida como fugitivo en ese bosque, con unirte a tu familia y ser libre en el paraíso?”
El chico regreso llorando.
Haim dijo a sus verdugos: “Ahora estamos listos para irnos”. Pero ninguno de los soldados se atrevió a matarlos.
Finalmente, llego un oficial que no había presenciado la escena, y disparo a los cristianos”
Camboya 1970
La voz de los Mártires
¿Qué fuerza impulsa a un ser humano, a entregar su vida a causa de lo que cree? Respuesta: Un ser humano que ha vivido por Jesús.
La mayoría de personas, nunca han considerado el morir por Jesús, porque nunca han comenzado a vivir por Él. Si has vivido para Él, negarlo cuando la muerte se acerca, no es una opción.