lunes, 24 de octubre de 2011

Abrir la Puerta

El día de ayer mi esposa y yo tuvimos visitas muy especiales en nuestro hogar. Así que nos levantamos temprano para hacer limpieza. Usted sabe a lo que me refiero, sacar la vajilla para visitas, pulir los cubiertos, barrer la casa, limpiar la mesa y sacudir el polvo detrás del sillón.

La limpieza del hogar es algo muy minucioso, basta que inicies a limpiar un pequeño rincón, y te das cuenta que más áreas necesitan de limpieza. Si limpias la repisa, ves que la ventana también esta sucia, limpias la ventana y no puedes dejas pasar que la cornisa también necesita un poco de atención. Y de esta forma puedes pasar todo el día limpiando, pues te llegas a dar cuenta que tu casa necesitaba más limpieza de lo que a simple vista te parecía. Son los pequeños detalles los que empiezas a notar cuando has decidido limpiarlo todo. Antes de saber que tenías visitas, no veías cuanto polvo se puede acumular en los rincones.
Al final del día todos sabemos que hay lugares que no se limpiaron del todo, al fin y al cabo nadie lo va a notar. Algo parecido a esconder el polvo debajo de la alfombra. Quizá se pueda disimular, pero en el fondo sabes que el polvo no se ha ido y que sigue estando ahí. (Solo quiero hacer constar que en realidad si barrí debajo de la alfombra).

Sabe, al igual que esos rincones polvorientos que tenemos en nuestras casas, y que a veces pasamos por alto, nuestra vida espiritual puede llegar a estar en la misma condición. Me da pena solo recordar cómo estaba la condición de mi corazón, cuando le abrí la puerta a Jesús. Polvo mugre y suciedad por todos lados. Para mí todo estaba en orden, pero lo cierto es que vivía en un chiquero espiritual. Jesús solamente se sentó y cenó conmigo. A medida que él hablaba y yo escuchaba sus palabras, iba notando cada vez más suciedad. Lugares que consideraba limpios en realidad estaban mugrientos, él nunca me miró con desaprobación, sin embargo yo estaba avergonzado. El Señor de todo lo que existe había venido a visitar mi corazón y el lugar era una pocilga. Nunca me lo dijo, pero estoy seguro que sabia lo de la alfombra.
¿Por qué Jesús querría venir a cenar a un lugar como este? Me preguntaba. La verdad después de verlo a él, ni yo mismo querría vivir ahí. Pudiendo estar en un lugar más decente, él ha querido venir a este corazón y cenar conmigo ¿Por qué?

“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.”
Apocalipsis 3:20
No es que Jesús quiera habitar en un corazón lleno de suciedad, pero lo cierto es que él ha venido a tocar la puerta. Esta llamando y desea entrar. Vino a visitarnos en nuestra condición y desea que le demos la oportunidad de conocerlo. Cuando le conoces y miras como era tu vida antes que él llegara, ves que todo estaba mal. Lo que antes te parecía derecho ahora lo vez torcido. El camino que antes te parecía bueno, ahora sabes que es malo. Tus ojos se abren a una realidad y te das cuenta que tu corazón necesita ser cambiado. Te das cuenta que es tiempo de lavar los rincones, sacudir el polvo y levantar la alfombra. Te das cuenta que alguien como Jesús merece un corazón más digno de su presencia.

La respuesta a la pregunta que antes hice, del por qué Jesús querría venir a visitar un corazón como el suyo y como el mío, en realidad es muy sencilla:

“Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.”
Lucas 19:10
Le aseguro que si usted decide abrirle la puerta de su corazón, ya no querrá que sea solo un invitado, usted querrá darle las llaves de su corazón para que él sea el dueño. Al fin y al cabo, si él es el dueño, estoy seguro que podrá ocuparse de la limpieza mejor que yo. ¿Le gustaría abrir la puerta hoy?