Hace unas semanas vi por primera vez la película “Pretty Woman”, protagonizada por Julia Roberts y Richard Gere. El film ha sido uno de los más vistos y gustados de todos los tiempos, todo un clásico del género romántico según dicen, sin embargo yo había logrado evitar verlo por dos décadas.
Nunca había visto la película por tres razones de peso (al menos razones de peso para mí): No soy admirador del género romántico, ni de Julia Roberts ni de Richard Gere. Así que entenderá que no tenía mucho interés en ver la película, sin embargo fui atrapado por una de esas tardes de ocio, donde la televisión por cable ofrece ochenta canales de “nada por ver”.
La película trata del amor entre un hombre de alta sociedad, por una prostituta de noble corazón. Durante el transcurso de la película pensaba, en la razón del por qué las personas aman este tipo de relatos. Y es que a lo largo de la historia cinematográfica, el público ha amado las historias románticas tipo cenicienta. La típica historia de la mujer de humilde condición, que encuentra a su príncipe azul y viven felices por siempre. Las personas aman la idea que cualquiera puede encontrar gracia delante de la realeza y ser favorecido con felicidad eterna. No puedo decir que disfruté la película (de hecho sigue sin gustarme), pero más allá de tardes de ocio; películas románticas y cuentos de cenicienta; quisiera contarle que la Biblia relata la historia real de una prostituta, que por su fe, encuentra gracia delante de Dios y es honrada y preservada para vida eterna. Una verdadera historia de felices por siempre.
“Por la fe Rahab la ramera no pereció juntamente con los desobedientes, habiendo recibido a los espías en paz.”
Hebreos 11:31
Hebreos once es algo parecido al salón de fama del cristianismo. La galería de los héroes de la fe, esta engalanada por personalidades de la talla de Noé, Abraham, Isaac, Jacob, Jose y Moisés entre otros; ah y también esta Rahab. Podríamos decir que Hebreos once son las grandes ligas de la vida en la fe. Y entre la lista de personajes históricos y galardonados, se encuentra una prostituta. Así es, a la par de un Abraham, Dios reservó un lugar en el salón de la fama, para una prostituta llamada Rahab.
La historia de Rahab la puede encontrar en el capitulo dos del libro de Josué, y relata como Rahab esconde a los espías de Israel en Jericó, y como hace un pacto con ellos para preservar su vida y la de su familia, de la destrucción que el Dios de Israel está a punto de ejecutar sobre la ciudad, pues ella conoce que el Dios de Israel es el verdadero Dios.
¿Sabe que es lo cautivador de esta historia? Que la salvación de Rahab dependía de lo mismo de lo que depende la nuestra hoy en día: La fe. Para obtener la gracia de Dios no es necesario ningún acto extraordinario, es más, ni siquiera se necesita ser alguien extraordinario, solamente se necesita tener fe. Rahab no se imaginaria jamás que su nombre seria exaltado, al punto de ponerlo en el mismo nivel de Abraham y Moisés ¿Podría algún líder religioso de la época pensar, que la prostituta de la esquina sería considerada por Dios digna, para engalanar la galería de la fe? ¿Cómo puede una prostituta pertenecer a la realeza divina? No es un acto ficticio de romance al estilo Hollywood, es la misma gracia que se derramo en la cruz, es el mismo perdón y la misma segunda oportunidad, que nos brinda la gracia divina, la que nos rescata de la más denigrante condición y nos exalta al título de “Hijos de Dios”. Pero Rahab no fue solamente exaltada por el autor de Hebreos, sino que el mismo Dios la consideró digna de formar parte de la genealogía del Salvador. En el Evangelio de Mateo el evangelista relata lo siguiente:
“Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham. Abraham engendró a Isaac, Isaac a Jacob, y Jacob a Judá y a sus hermanos. Judá engendró de Tamar a Fares y a Zara, Fares a Esrom, y Esrom a Aram. Aram engendró a Aminadab, Aminadab a Naasón, y Naasón a Salmón. Salmón engendró de Rahab a Booz, Booz engendró de Rut a Obed, y Obed a Isaí.”
Mateo 1:1-5
Resultó que Rahab se casó con un verdadero príncipe. Salmón fue descendiente de Judá, así que, la que en alguna ocasión fue ramera, se convirtió en tátara tátara tátara tatarabuela de Jesucristo.