Miro hacia el horizonte y veo las nubes juntarse. Escucho los retumbos de los relámpagos a lo largo. El clima está cambiando; el viento sopla más rápido y el día se torna grisáceo. Sé que la tormenta se avecina.
Hay una situación que tienen los tiempos difíciles; y es que no podemos hacer nada para evitarlos. Simplemente hechas un ojo a tu horizonte y sabes que las nubes de la tormenta se están juntando, será solo cuestión de tiempo y estarás en medio de ella. Ya sabes a lo que me refiero, en las tormentas no hay refugio del frio, del agua o del viento. Son tiempos difíciles. Todos hemos estado ahí cuando la tempestad ha llegado. Soledad, tristeza, angustia, impotencia, desesperación. A todos se nos ha puesto gris el día, a todos se nos ha ocultado el sol por un tiempo.
“Dijo también el Señor: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos.”
Lucas 22:31
Cuando estoy en medio de alguna tormenta, me gusta acudir a este pasaje, pues me hace entender algunos conceptos elementales de las tormentas de la vida: En primer lugar todos deben pasar por ellas, así que no debo sentir que el hecho que me pase a mi, es la tragedia y la injusticia mas grande del universo, pues sencillamente no seré el primero ni el ultimo en ser probado.
En segundo lugar Dios sabe que cuando la tormenta arrecie saldrás golpeado, pero Dios no espera que salgas ileso, sino que aprendas algo de ello.
En tercer lugar una vez que te has levantado del suelo, donde la tormenta te haya arrojado; levántate para hacer algo; que haga que valga la pena aguantar el sufrimiento.
En el versículo de Lucas 22:31, podemos ver en acción esos tres principios. Pedro (Simón) y el resto de discípulos acaban de ser avisados por Jesús, que la tormenta se avecina “…Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo…”. Aquí es importante entender el concepto que el trigo en la antigüedad, era golpeado para quitarle el polvo y la paja que contaminaba el producto; así como para eliminar los granos quebrados que no son de provecho. Como puede ver las tormentas tienen su propósito, y es la razón de que todos debemos ser purificados y readecuados a los propósitos de Dios, la razón del por qué todos debemos afrontar nuestras propias tormentas.
También observamos que Jesús sabia que los discípulos iban a sucumbir ante la prueba: “…y tu, una vez vuelto…”, en la Nueva Versión Internacional dice: “…Y tú, cuando te hayas vuelto a mí…”. Usted conoce la historia igual que yo. Pedro le negó tres veces antes que el gallo cantara dos. La capacidad de Pedro para renegar de su maestro superaba el tiempo de reacción del gallo. Jesús sabía que Pedro fracasaría la prueba, pero él necesitaba que esto sucediera, para que Pedro rindiera su autoconfianza (“Aunque todos te abandonen, yo no — declaró Pedro. Marcos 14:29) ¡Cuánto debía aprender Pedro de sus propios errores! Jesús sabía que Pedro iba a caer, pero también sabía que se habría de levantar.
Finalmente observamos que al final de la tormenta, la sacudida no fue en vano. Pedro después de aprender de sus faltas, sabría que él era llamado a servir en medio de su debilidad. El débil y cobarde Pedro, que negaba a su maestro mas rápido de lo canta un gallo, aprendería que su debilidad serviría para “…confirmar a sus hermanos…”. En la Nueva Versión Internacional dice: “…Fortalece a tus hermanos…”. ¿Qué le parece? Parece que Dios tiene un propósito incluso con sus faltas y debilidades. Usted puede leer de un Pedro restaurado sirviendo ardientemente en el libro de los Hechos, o escribiendo dos hermosas Epístolas en el Nuevo Testamento.