Si hay algo que nos llega a preocupar constantemente son las crisis financieras. Cuando colapsa Wall Street y los mercados financieros internacionales, la humanidad tiembla, pero cuando la crisis es en nuestro bolsillo, apretamos los dientes y suspiramos profundo. Nada conmociona más al hombre contemporáneo que una billetera vacía. Esto le resulta más aterrador que la primera función del exorcista.
Tengo que ser honesto y confesar que esto era algo que me preocupaba hasta hace unos años, cuando mi papá perdió su trabajo. Treinta y cinco años de vida laboral, honesta y dedicada, y sin más razones una carta que decía: “Gracias por sus servicios, pero ya no serán más requeridos.”
Todos debemos comer, y tener un techo para dormir tranquilos. Todos tenemos cuentas que pagar y en mi casa no era la excepción. Lo realmente angustiante no es quedarse sin trabajo, sino estar desempleado por más de dos años, como resultó ser el caso en mi familia. Sin embargo, cada vez que la situación se volvía angustiosamente preocupante, y cuando la noche se tornaba oscura, había un pasaje que mi papá siempre repetía
“Joven fui, y he envejecido, y no he visto justo desamparado, ni su descendencia que mendigue pan.”
Salmo 37:25
Nunca antes he visto el fiel cumplimiento de este versículo, tantas veces en la vida de mi familia, como lo fue durante esos dos años de desempleo. Nunca faltó el alimento ni el techo, siempre hubo una cama caliente y un hogar amoroso, a pesar de las circunstancias.
Lo que más me enseñó de toda esta situación, fue que mi papá nunca dudó, que Dios iba a proveer todo lo que nos pudiera hacer falta. En ese momento entendí la forma en que la Biblia se convierte en palabra viva, cuando vemos que la situación nos apremia, y un versículo escrito hace casi tres mil años sostiene nuestra fe. Cuando un versículo tan pequeño no se quebranta, y día a día cumple con lo que promete por más de dos años de necesidad.
Toda esa situación me enseñó a no temer por mis finanzas. Tiempos malos pueden venir, pero la fidelidad de Dios es más grande que cualquier necesidad. Aquel que rige su vida con justicia, será sustentado por Dios.
Pienso que hay situaciones en donde solo podemos esperar. Hacemos nuestro mejor esfuerzo, pero llegamos a un límite donde las cosas ya no dependen de nosotros. Es por eso que entiendo cuando las personas me hablan de lo difícil que es esperar en Dios. Esperar la respuesta a esas oraciones que hacemos con desespero, es realmente angustioso, y dudamos que Dios este escuchando, o que le importe. Pero lo que nosotros pensemos en esa situación poco importa. Hay un hecho innegable y es que Dios escucha. Y hay otro hecho aun más innegable, y es que Dios es fiel. Dios no puede negar su naturaleza, y esa naturaleza implica que Él no puede dejar sin auxilio al necesitado. El escucha todas las oraciones, y nunca obra fuera de tiempo. Justo a tiempo es su lema.
Lo último que quiero decirte, es que los grandes y poderosos de este mundo se turban y se llenan de temor, cuando sus riquezas son amenazadas por el infortunio, pero no será así para los que en Dios confían: “Jehová de los ejércitos, dichoso el hombre que en ti confía.”