Si hay una historia bíblica que lograr conmoverme, es la historia de José.
Unos lo han llamado el príncipe de los sueños, dado el don especial que Dios le había otorgado, para entenderlos e interpretarlos. Otros lo han llamado el príncipe de Egipto, en alusión al cargo de dignidad que llegó a ostentar, como gobernador de toda la tierra de Egipto. Sin embargo, cuando yo leo su historia, veo algo más que solo gloria y exaltación. Y es que pocos recuerdan todo lo que José tuvo que pasar; todo lo que tuvo que sufrir, para recibir de Dios su postrera exaltación.
Desde el capítulo treinta y siete del libro del Génesis, la Biblia nos relata la vida de José. Este joven de tan solo diecisiete años, era aborrecido por sus hermanos, a causa de la predilección de su padre Jacob. Odio que culminara en la venta de José, a unos mercaderes madianitas por parte de sus hermanos. Una vez en Egipto fue vendido a Potifar, quien era un oficial de la guardia del Faraón. Cuando las cosas estaban yendo un poco mejor para José; y su amo lo había puesto a gobernar todo cuanto tenía; la mujer de Potifar trata de seducirlo, y al no ceder José a sus pretensiones, es acusado falsamente por la mujer de su amo de tratar de ultrajarla. Así pues, José es puesto en la cárcel, donde permaneció cerca de trece años. Si en tiempos de José hubiera existido la psiquiatría, habría sido un caso interesante por tratar: maltrato familiar, denigración humana, tratado como a esclavo, acosado sexualmente y encarcelado. Cualquier psicólogo actual se frotaría las manos, pensando en atender su caso, y una que otra dosis de valium o prosac le seria recetada. Sin embargo la Biblia habla acerca de José lo siguiente:
“Mas Jehová estaba con José, y fue varón prospero…”
Génesis 39:2
A pesar de todo lo malo que le pasaba a José, Dios estaba con él. Siento que esto era el secreto de su admirable tolerancia a las malas circunstancias. Dios estaba ahí cuando sus hermanos lo aborrecían, estaba ahí cuando fue vendido como esclavo, lo acompañó cuando; la come hombres de la esposa de Potifar; lo calumniaba, y en la prisión más fría y mugrienta de todo Egipto, también ahí Jehová lo sustentaba.
Me pregunto, ¿Qué pensaba José de todo esto? ¿Habría en él algún reproche? ¡Todo le salía mal! El pudo perfectamente decir: “Si Dios está conmigo, ¿Por qué me ha sobrevenido todo esto?” Sería humano decirlo, pero la Biblia nos muestra a un hombre que esperó pacientemente a que Dios le juzgara.
Alguien podría cuestionar la sabiduría divina en este punto, pero analicemos por un momento los eventos: Si José no hubiera sido aborrecido por sus hermanos; no habría sido vendido por ellos, si no hubiera sido vendido; no habría llegado a Egipto, si no hubiera llegado a Egipto; no habría conocido a Potifar, si la mujer de Potifar; no hubiera acosado y calumniado a José, no habría estado preso en la cárcel del Faraón, si no hubiera estado preso en la cárcel del Faraón; no habría conocido al jefe de los coperos del Faraón, si no hubiera conocido al jefe de los coperos del Faraón; no habría conocido al Faraón, si no hubiera conocido al Faraón; no habría llegado a ser señor de todo Egipto, y si no hubiera sido señor de Egipto; no habría podido preservar a su familia de morir de hambre.
Un simple hombre, nunca podría entender la profundidad y la visión tan amplia de la sabiduría de Dios. El tenía un plan para José por una razón y José al igual que nosotros somos instrumentos en las manos de Dios, para que El nos use.
Una vez que Dios restaura, lo hace para exaltarnos como a José, bien llamado “Príncipe de Egipto” por las generaciones posteriores. Y como si la exaltación de Dios no fuera poco, también se encarga de restaurar las heridas que el pasado ha dejado. Si tiene dudas de esto último, mire lo que dice la Biblia sobre José:
“Y llamó José el nombre del primogénito, Manasés; porque dijo: Dios me hizo olvidar todo mi trabajo, y toda la casa de mi padre.” (Manases significa: El que hace olvidar)
Génesis 41:51
No sé cual sea su situación, amigo lector, no sé como haya sido su pasado. No sé si le han herido o si cree que Dios le ha olvidado. Pero en este momento quiero decirle que aguante un poco más de tiempo; espere pacientemente en Jehová. El tiene un plan que le hará sonreír al final de ese oscuro túnel.