“Porque siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse; mas los impíos caerán en el mal.”
Proverbios 24:16
Hay situaciones que son realmente embarazosas. Recuerdo una ocasión en el colegio, que corría para llegar a tiempo a una clase después del recreo, y no me fije que el piso estaba mojado. Como se imaginará velocidad más superficie húmeda, no pueden terminar en nada bueno. Ese día aprendí tres duras lecciones acerca de caerse en público:
1. La ley de la gravedad existe y es cruel.
2. Por más que desees ser invisible en ese instante, es seguro que alguien estará mirando.
3. El dolor de la caída es nada comparado al dolor en el orgullo propio.
Caerse es una sensación bastante extraña. Por un lado tratamos inútilmente de mantener el equilibrio, pareciéndonos a un ebrio tambaleante, cuando sabemos bien que la caída es inevitable. Una vez que hemos sido acogidos por el suelo, levantamos la mirada para ver si alguien ha notado nuestra caída, en nuestro interior deseamos que nadie se haya percatado del vergonzoso incidente, solo para comprobar que todos están riéndose del espectáculo, de equilibrismo mal logrado que acabos de tener. Finalmente el proceso de levantarse es más vergonzoso que la caída en si ¿Por qué? Porque implica encarar los hechos: acabo de hacer el ridículo y entre el coro de carcajadas a costa de mi humanidad y mi amor propio desparramado, tengo que aceptar que estoy expuesto y vulnerable.
Pero como le dije anteriormente de la caída aprendí cosas, y es que se aprende más de las caídas que de todas las veces que caminamos erguidos. Déjeme contarle algunas de las cosas que he aprendido, de todas las veces que he caído:
1. La ley de la gravedad y la de las probabilidades a veces trabajan juntas: la gravedad dicta que todos somos atraídos por una fuerza hacia el suelo. Y la ley de las probabilidades nos dice, que hay buen chance que el suelo nos atraiga en alguna ocasión. Conclusión: nadie esta exento de caer.
2. No se ría demasiado a gusto de quienes han caído, porque como ya aprendimos de la ley de probabilidades; algún día usted también estará en el suelo. Y ese día querrá recibir más una mano que le ayude, que un dedo que le señale. Conclusión: sea misericordioso con quienes han caído.
3. Si en algún momento le toca saborear la ley de la gravedad en todo su esplendor. Acepte los hechos, supere la vergüenza y con actitud de humildad levántese y vuelva a empezar.
Es en este último punto donde quiero hacer un mayor énfasis. Porque las caídas lo que nos muestras es nuestro propio carácter, para volvernos a levantar y encarar nuestros errores. Levantarse es de valientes. A lo largo de la historia bíblica, podemos ver muchos personajes que se equivocaron en algún momento de sus vidas. Podemos ver a Abraham mintiendo en Egipto, a Moisés golpeando la peña con ira, el rey David cometiendo adulterio, el profeta Jonás huyendo de la comisión de Dios, Pedro negando a su maestro y que me dice de un Pablo persiguiendo cristianos. Todos resbalaron y en algún momento de sus vidas, terminaron en el suelo. Pero no se les recuerda por sus errores, por la simple razón que no permanecieron en el suelo, sino que se levantaron. No somos contados por las veces que caemos, sino por las veces que nos levantamos.