Hoy es día de quehaceres domésticos. Usted sabe a lo que me refiero, barrer la casa, doblar ropa, limpiar el piso y lavar los platos. Y aunque en ocasiones realizar este trabajo de limpieza resulta tedioso (en especial lavar los platos), estará de acuerdo conmigo, en que no hay nada más agradable que habitar en una casa limpia y ordenada.
El orden y la limpieza son básicos en la vida, algunos adolescentes rebeldes al baño y algo desaliñados; podrían disentir en algo de esta apreciación, pero eso no cambia el hecho que es agradable habitar en medio de la limpieza.
Le comento esto, porque así como es necesario tener la casa en orden y limpia, también nosotros debemos procurar limpiarnos de las muchas cosas que pueden contaminarnos durante el día: Nuestros pensamientos, palabras, acciones, actitudes; no siempre son rectas, honestas y puras delante de Dios.
Los pensamientos morbosos, las palabras soeces, la actitud negativa y las acciones egoístas; son como los platos sucios, el piso mugriento y la mancha de salsa en la camisa blanca. En otras palabras es necesaria la labor de limpieza. Simplemente no es aceptable que Jesús more en una casa donde la suciedad tiene preeminencia.
“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”
1Juan 1:9
Me encanta el uso de la palabra “limpiarnos” es como si nosotros estuviéramos revolcándonos en nuestra propia suciedad; y Dios mismo se tomara la tarea de hacer la limpieza en nuestras vidas, de toda la inmundicia que había en nosotros y que no había conciencia de ella, ni capacidad para purificarnos a nosotros mismos. Y es que eso es precisamente lo que él hizo. Se acerco a nosotros y nos llamó: “Oye, ¿por que estas viviendo en esta pocilga, cuando puedes optar por una vida mucho mejor? Déjame entrar a tu casa y la pondré en orden. Lavaré tus pensamientos y tu forma de hablar, corregiré tu actitud y tus acciones serán justas y rectas delante de mí”. ¿Acaso no suena eso mucho mejor que vivir entre suciedad?
A todos nos encanta tener servicio de limpieza privado, pero bíblicamente, para que Jesús limpie la mugre y la suciedad de nuestra casa, debemos cumplir con un acuerdo previo. Revisemos juntos el versículo de 1Juan: “Si confesamos nuestros pecados…”. En primer lugar, la conjunción “si” implica que esta opera como un condicionante de la promesa. Esto es que si no se da una condición previa, la limpieza no puede llevarse a cabo ¿Cuál es esa condición previa? Acompáñeme a ver el segundo aspecto. En segundo lugar está la “confesión”, si usted no se logra reconocer a sí mismo como un transgresor de la justicia y la santidad divina, no puede entender su condición de impureza y por tanto invalida la purificación de sus maldades. Y en tercer lugar utiliza la expresión “nuestros pecados”. Esto es responsabilizarse por sus faltas. No son las faltas del vecino, o las de la familia, las que han contaminado nuestra vida, son nuestras propias faltas.
Como puede ver él quiere limpiarnos de todas nuestras maldades, a decir verdad él es el único que puede hacerlo, pero para que esto pueda ser hecho, nosotros hemos tenido que caer en cuenta que nuestra vida no puede seguir siendo un chiquero, que es por nuestro descuido que nuestra vida se encuentra en ese estado y que requerimos de su fidelidad y de su justicia para poder ser limpios.