Hoy el despertador sonó a las 5:30 am. Hora de levantarse, lavarse los dientes, tomar una ducha, desayunar e ir al trabajo. Ocho horas de trabajo durante cinco días de la semana. En las noches, el tiempo justo para hacer la cena, preparar el desayuno y el almuerzo del día siguiente. Dormirnos antes de las 10 pm, pues los médicos así lo recomiendan, ocho horas de descanso por ocho horas de trabajo al día. Diez horas a la semana en promedio, atorado en el tránsito. Llega el fin de semana. Debemos ocuparnos de las compras, los quehaceres domésticos, tomar un tiempo para hacer deporte (pues es recomendado para tu salud), mínimo dos horas. Visitar a nuestros padres y amigos (recuerda que las relaciones deben cultivarse). Asistir a la iglesia, lavar el auto y estudiar si fuera el caso. Añade a la lista el doble de labores si tienes hijos o mascotas. Cuando te das cuenta; ya es hora de dormir, pues mañana es lunes y todo empieza de nuevo.
— David: ¡Señor, no me alcanza el tiempo!
— Jesús: David, David, afanado y turbado estás
Si te ha pasado esto, quisiera invitarte a que conozcas a Marta. Ella es una mujer muy abnegada. Esforzada por tener su casa impecable, es un ama de casa ejemplar. Marta es como usted y como yo. Tiene mucho que hacer, el tiempo no le alcanza y nadie le presta una mano. Aun así Marta piensa como nosotros: “Si me esfuerzo puedo con todo”. Aunque al final, al igual que todos lo que pensamos de esa forma, finaliza con un mal sabor de boca; no podemos con la carga. Tenemos mucho en común con Marta, es por eso que quiero que la conozcas, acércate a la ventana, y mira lo que sucede al interior de su hogar:
“Aconteció que yendo de camino, entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa.
Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra. Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose, dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude. Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.”
Lucas 10:38-42
Sabe una cosa, siento que me parezco mucho a Marta, aunque reconozco que me gustaría parecerme a Maria. Maria está a los pies de Jesús, escuchándolo hablar. Mientras Maria escucha al Señor, Marta escucha una voz es su cabeza que le dice: “Se te acaba el tiempo y aun te falta que hacer.” La voz que escucha Maria le da paz, la voz que escucha Marta la perturba.
¿Cuántas veces en la vida tienes cosas que hacer? Sin embargo ¿Cuántas veces en la vida, Jesús está antes que todo lo que tienes que hacer?
Entre la lista de cosas que tenemos por hacer, Dios rara vez es el primero, a veces nos sorprendería ver que Él, en ocasiones, ni siquiera está en la lista. Ese es el caso de Marta. Jesús está en su casa, pero ella tiene demasiadas cosas que hacer, como para estar con Él. Ella sabe que Jesús le ha visitado; de eso no hay duda; sin embargo, para ella, igual sería que Jesús estuviera a unos metros, que a seis mil millas de ahí. Simplemente ella no puede estar con Él ¿No se le hace familiar la escena?
El famoso misionero británico Hudson Taylor dijo una vez:
“Tengo tantas cosa por hacer que lo primero que haré será hablar con Dios”
Jesús sabía que Maria, había hecho bien al sentarse a escucharlo, antes que llenarse de afanes y tareas pendientes. Incluso dice de ella: “Maria ha escogido la mejor parte”. Mejor aún que esta afirmación, es la frase que continúa: “no le será quitada”. La paz no le será quitada, este momento era de ella, nadie podría arrebatárselo. Ella estaba por encima de cualquier afán. A los pies de Jesús, las preocupaciones no tendrán cabida. Es un momento, para encontrar en Jesús, la paz y la fuerza que necesitamos para el día que se avecina. Los afanes y los quehaceres siempre estarán ahí, es la forma como los afrontamos lo que cambia nuestra condición ante el afán. Vale la ocasión para animarte a que hagas lo mismo que Maria. Antes de iniciar tu día, antes que las preocupaciones aparezcan, antes del ruido, las carreras y las obligaciones ocupen nuestra mente, saquemos un tiempo para escuchar lo que Jesús tiene que decir. Pongamos todo nuestro día a sus pies. Afrontemos el día con Jesús como prioridad.
— Jesús: David ¿Por qué no te detienes? Hablemos un momento…
— David: Sí Señor, tienes razón.
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