martes, 14 de septiembre de 2010

Lo que prometes a Dios

Cuando era joven, cada treinta y uno de diciembre hacia una lista de propósitos para año nuevo. Tenía la minuciosidad de dividir dicha lista en categorías: área académica, financiera, sentimental y espiritual. Cuando finalizaba el año, me sentaba a revisar si había logrado cumplir los propósitos que había escrito, y volver a replantear los del próximo año. El resumen de mis logros a fin de año, podía resumirse de la siguiente forma: académicamente cumplidor, financieramente ahorrativo, sentimentalmente ignorado y espiritualmente nefasto
Ahora bien, las dos últimas secciones de mi lista eran un desastre. A mis quince años nunca fui un don Juan, eso lo reconozco; pero esto no me incomodaba tanto como el saber que espiritualmente no había mejorado, sino incluso empeorado. Normalmente los propósitos espirituales no duraban ni un día. Ya para el primero de enero, había violado unos cuantos con motivo de la fiesta de año nuevo.

Creo que a todos nos ha pasado esto mismo de una u otra manera. En algún momento te has hecho el propósito de buscar más de Dios, y un tiempo después ya se te ha olvidado. Y me pregunto, ¿cómo podemos corromper tan rápido los propósitos que hacemos para con Dios?
Lo peor de esta situación, es que aceptamos el hecho que posiblemente Dios este bien con esto. Puedes un día prometer y no cumplir, y todo bien, Dios no se enojará, por qué Él es amor. ¿Estas seguro de esto?

“Cuando a Dios haces promesa, no tardes en cumplirla; porque él no se complace en los insensatos. Cumple lo que prometes. Mejor es que no prometas, y no que prometas y no cumplas.”
   Eclesiastés 5:4-5

Cuando cumplí mis dieciocho años, tuve mi primera novia. Se imaginará la alegría que resultó por fin, cumplir un propósito de la lista; en el área sentimental. El caso es que mejor me hubiera sido continuar en soltería, pues fui peor novio que cristiano, y eso ya es decir. 
En ocasiones prometía llamar, a mi entonces novia, y me olvidaba de hacerlo. Unos días la visitaba, y otros salía con mis amigos. Algunas veces era amoroso y otros apático e indiferente. Le resultará fácil deducir que la relación no prosperó, y con justa razón. Una vez que me regresaron a la soltería, me di cuenta lo mal novio que llegué a ser.
Esta simple escena de mi vida me hace preguntarle lo siguiente: ¿Usted toleraría que alguna persona que dice amarle, incumpla tanto lo que esas palabras significan? Si su respuesta es No, entonces déjeme hacerla la segunda pregunta: ¿Por qué entonces debería tolerarlo Dios?
La Biblia es clara en este sentido: A Dios no le agradan las personas que prometen y no cumplen.

Pienso que un gran error que han cometido algunos predicadores, es tratar de acercar a la gente tanto a Dios, que lo han bajado al nivel de un simple compañero. Muchos lo han quitado de su trono, para nivelarlo a nuestra conveniencia. Y a muchos se les ha olvidado que Él sigue siendo santo, que sigue siendo todopoderoso y por encima de todo, que sigue siendo Dios. Así que, olvidada esa perspectiva es fácil ser irreverente y dejar de lado todo lo que le hemos prometido alguna vez. La falta de temor y reverencia que algunos tienen hacia Dios, es ofensiva y hasta peligrosa. No cometamos el error de pensar que, aunque Dios se muestra amigo, no exige fidelidad, compromiso y cumplimiento.

¿Qué es lo que le has prometido a Dios y que no le estas cumpliendo? Será fidelidad, o tal vez prometiste buscarlo más. Quizás prometiste leer más la Biblia o hablar más con Él. A lo mejor prometiste que este año le servirías, o que finalmente le rendirías tu vida a Él. Lo cierto es que el año ya casi termina y solo tú y Él saben el estado de tales promesas.
Mi recomendación mi amigo lector, es que aproveches mejor el tiempo y cumplas lo que prometiste.
Cuando cumples a Dios, siempre habrá bendición. El siempre ha sido fiel, y espera de ti lo mismo.

La verdadera conversión

“Habiendo entrado Jesús en Jericó, iba pasando por la ciudad. Y sucedió que un varón llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos, y rico, procuraba ver quién era Jesús; pero no podía a causa de la multitud, pues era pequeño de estatura. Y corriendo delante, subió a un árbol sicómoro para verle; porque había de pasar por allí.
Cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando hacia arriba, le vio, y le dijo: Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa. Entonces él descendió aprisa, y le recibió gozoso. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo que había entrado a posar con un hombre pecador. Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado. Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham. Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.”
Lucas 19:1-10
El nombre Zaqueo para mí representa tres aspectos: una necesidad espiritual, una segunda oportunidad y una genuina conversión.

Zaqueo era un hombre rico, así lo describe el texto. Este hombre era jefe de todos los recaudadores de impuestos de Jericó (Publicanos). En otras palabras, era extorsionador de los extorsionadores. El recaudador de impuestos era  un judío que trabajaba para Roma, así que era un repudiado de la comunidad. Considerado como pecador por usura, y asfixiar a sus propios conciudadanos hasta dejarlos en la miseria. Así pues, Zaqueo era jefe de esta horda de malhechores de cuello blanco. Lo curioso del texto es que, aunque Zaqueo era un hombre sobremanera rico, tenía un faltante en su corazón. Una deuda pendiente consigo mismo, que al parecer lo estaba inquietando. Esta deuda era una legítima necesidad de Dios.

Cuando leo el texto con detenimiento, veo que Zaqueo tenía la suficiente necesidad espiritual, para hacer lo que fuera necesario con tal de ver a Jesús. Subir un árbol, recorrer una muralla o escalar el monte Everest. Pienso que la situación de Zaqueo, lo hubiera obligado a hacer lo que fuera; para ver al Señor. Y esto es algo que entiendo completamente. Admiro también el hecho que Zaqueo reconociera su necesidad, pues hay gente que tiene una enorme necesidad de Dios, pero no lo reconocen. Tal vez están demasiado cómodos con su situación, así que no se molestarían en subir ni el volumen del televisor, mucho menos subir un árbol. Por eso me agrada Zaqueo, porque sabe que algo en él esta mal y está dispuesto a hacer algo para cambiarlo. Y ese algo es una acción que lo acerque a Jesús.

El otro aspecto radica en el hecho, que Zaqueo ya hizo lo máximo que podía hacer, para acercarse a Jesús. El resto ya no depende de él. Dice la Escritura que Jesús le indica a Zaqueo, que “le es necesario posar en su casa”. Casi podría asegurar, que la necesidad de posar en caso de Zaqueo, no era de Jesús, sino del mismo Zaqueo. He aquí la forma de Jesús de decir: “Hoy tendrás la oportunidad que no has tenido en toda tu vida. Hoy, El Salvador entrará a tu casa”. Una segunda oportunidad para un pecador. ¿Acaso no es esto lo mismo que necesitamos todos? Cuando el ser humano esta agotado de ser llamado pecador, y hace todo lo que esta a su alcance para conocer al Salvador. Y ese esfuerzo se resume a solo verlo pasar de largo. De repente como un milagro, no es el pecador quien esta viendo a Jesús, sino que es Jesús el que estaba mirando al pecador. Y no bastándole con eso, decide posar en su casa ¡Vaya que eso es una oportunidad!

El último aspecto enmarca la repercusión lógica, de un corazón que finalmente ha conseguido la paz y el perdón que buscaba: “He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado.” Esto es una legitima conversión. La conversación de Zaqueo con Jesús, debió ser algo realmente transformador, pues según la ley judía, el ofensor tenía que devolver lo que había defraudado, más un veinte por ciento nada más. Sin embargo Zaqueo piensa cuadruplicar el monto de la ofensa.

El querer ver a Jesús es bueno y entendible, mucho mejor es hablar con Él dentro de tu casa. Pero hacer lo que su ley demanda, con todo el sacrificio que esto conlleve; eso si es conversión. Eso es lo que provoca un verdadero cambio espiritual y una nueva vida. La respuesta del Maestro ante la declaración de Zaqueo fue: “Hoy ha venido la salvación a esta casa”. La conversión no es una simple declaración de “Yo creo en Jesús”. Es empezar a vivir por Él. Es renunciar a lo que nos gusta, pero sabemos que está mal. La conversión es la acción de tomar decisiones, que rehusamos o postergamos hacer.

Hay personas, que realmente necesitan de Jesús. Lo profesan y desean abrazar su fe. Pero tienen un pendiente es sus vidas que no están dispuestos a dejar ir, aunque eso conlleve su ruina y su perdición. Tal vez es una relación afectuosa insana, o quizás esas amistadas que solo te inducen al mal. Ese negocio que sabes no es del todo lícito. A la verdad cada cual sabe, que es aquello a lo que debe renunciar para seguir a Jesús. El maestro expresa esta idea de la siguiente  forma:

“Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame”
Lucas 9:23

Si alguno esta dispuesto a hacer esto, las palabras de Jesús son hermosas y reconfortantes: “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.”

Los talentos

“Porque el reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes. A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue lejos.  Y el que había recibido cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos. Asimismo el que había recibido dos, ganó también otros dos. Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor.
Después de mucho tiempo vino el señor de aquellos siervos, y arregló cuentas con ellos. Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos. Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. Llegando también el que había recibido dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros dos talentos sobre ellos. Su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. Pero llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo.
Respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses.
Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos. Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.”
Mateo 25:14-30
Hace unos días hablaba con una persona con quien he mantenido amistad desde el colegio, conversábamos sobre aquellas cosas que siempre nos han atemorizado. En la conversación llegamos a la conclusión, que sería una amarga experiencia fracasar en la vida. En cuanto a esto, ambos teníamos opiniones diferentes sobre lo que es fracasar. Por un lado mi amigo piensa, que fracasar es no obtener todas las cosas que nos proponemos en la vida, dentro de las cuales figuran en su mayoría aspectos económicos, profesionales y familiares. Yo por mi parte pienso que el fracasar en la vida implica algo más. Para mí esto implica el no ser fiel con la tarea que Dios nos encomienda en esta vida. Por ende este fracaso resulta en una falta de fidelidad para con Dios y para con uno mismo.

La parábola de los talentos ha sido una de las enseñanzas que más ha marcado mi vida, por una simple razón: Si existe alguna cosa en el mundo que me provoca temor, es la idea llegar delante de Dios con las manos vacías. Piénselo por un instante, es aterradora la idea de lo que esta parábola representa, y lo que representa es el fracaso de toda una vida. Este fracaso no viene por equivocarse al hacer las cosas, sino mas bien por la la negligencia de no hacer nada del todo.

En la parábola vemos como el Señor de los siervos les confía sus bienes, representados en talentos. A uno dio cinco a otro dos y a otro uno. El talento era una unidad de peso que cuantificaba una enorme suma de dinero. Normalmente era un peso en oro y representaba el pago de seis mil días de salario, de un obrero común de la época (seis mil denarios). Esto representaba casi veinte años de trabajo. Así que si algo podemos concluir de esto, es que a cada siervo se le confió una enorme responsabilidad.

Ahora bien, dice la escritura que no todos los siervos recibieron la misma cantidad de dinero, sino que cada uno recibió conforme a su capacidad. Esto implica que a todos se les iba a exigir resultados, pero no serian medidos por igual, pues unos según sus capacidades, eran depositarios de mayor cuantía.  
Quisiera que por un momento centraras tu atención sobre el último siervo y su actitud. Este siervo escondió el dinero de su Señor en un agujero en la tierra. Y no lo escondió unos cuantos días, pues la escritura dice que el Señor volvió “mucho tiempo después”. Lo primero que se me ocurre cuando leo este pasaje es: ¿A que clase de persona, se le ocurre esconder en un agujero bajo tierra, una suma tan grande de dinero?
Evidentemente este siervo era o muy torpe o muy desinteresado. Cualquiera de estas características, representa un currículo peligroso en cualquier empresa que se emprenda. Sin embargo el siervo pareció estar muy cómodo con su decisión, aun a sabiendas del juicio que algún día debería enfrentar. Y el juicio llegó. Uno de los juicios más fuertes que cita la Biblia. “Siervo malo y negligente” esas fueron las palabras del Señor.  La dureza del juicio pronunciado, está orientada al disgusto que generó en el Señor, el desprecio y la indiferencia de su siervo para con los bienes que se le habían confiado. Como si fueran poca cosa o de poca utilidad.

Dado la cantidad monetaria que representan los talentos, el interés del Señor en que los mismos fueran invertidos en negocios de provecho y el juicio pronunciado sobre los siervos; muchos teólogos se han orientado a interpretar el talento, como una cualidad especial depositada por Dios en los hombres, para que sirvamos en su reino. Pienso que esta interpretación es correcta, y perfectamente aplicable a la vida de cualquier persona que leyera el texto, en tiempos posteriores a su escritura.  Es pensando en esto, que quiero hacerte la siguiente pregunta: ¿Qué te ha confiado Dios y qué estas haciendo con esos talentos?

Tal vez te preguntes cuáles son esos “talentos” que Dios te ha confiado. En la actualidad yo lo llamaría vocación. Hay personas que disfrutan tanto lo que hacen, y nunca se han preguntado ¿Por qué? Dice la Biblia en el libro de Santiago: “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.” Todas esas cosas buenas que disfrutas hacer con un fin noble, son esos talentos
Pienso que todo aquello que nos hace tan diferentes, representa esos talentos que Dios nos confía. El médico de vocación, el maestro apasionado, el contador honesto, la ama de casa abnegada. Y no se detiene ahí, también puedo ver a esas personas que tienen diferentes cualidades. Elocuencia, carisma, liderazgo, gracia; la verdad hay tantas cosas buenas que Dios nos ha confiado y todas ellas para que le sirvamos.
Sin embargo hemos tomado esas cualidades y las hemos enterrado en un agujero, o peor aun; las hemos utilizado para provecho nuestro únicamente. Se nos ha olvidado que estas cualidades son encargadas, no regaladas. No hemos invertido como se debe con ellas. ¿Qué piensas que pasará cuando el Señor de los talentos regrese?

Sigo pensando que sería un gran fracaso, haber vivido toda una vida obviando estos talentos, escondiéndolos en tierra, y cuando llegue el Señor, me encuentre con las manos vacías. ¿Qué piensas tu al respecto?

Me pregunto si lo conoces

Hoy quiero hacerte una pregunta, y me gustaría que la respondieras con honestidad. ¿Qué representa Jesús para ti?
Hago la pregunta porque el nombre de Jesús es muy conocido en este lado del hemisferio, pero realmente pocos tienen una experiencia vivencial con Él.

Muchos han convertido el nombre de Jesús en una mera ritualidad. Un símbolo de una cruz colgado en el pecho o en las paredes de nuestras casas. La fe que hay en Jesús en estos días, es simplemente conocimiento histórico. De la misma forma que saben que existió Gandhi o Cristóbal Colon, la cuestión es que para muchos, Jesús es solo un dato. En el mejor de los casos Jesús es un objeto de afecto, como lo es la camisa que nos regaló la abuela, o la fotografía de graduación.
Es por eso que quisiera que meditaras en la pregunta que antes te hice. Jesús sigue siendo tan justo, santo y bueno como siempre lo ha sido. El sigue siendo Rey. Me pregunto si lo conoces.
Quisiera poder expresarte con mis palabras lo que Él es, pero la torpeza de mi redacción me limita para describir toda su grandeza. Prefiero transcribir las palabras del Dr. Lockridge sobre lo que Jesús es.

“Mi Rey nació Rey. La Biblia dice que Él es Rey en siete formas. Él es Rey de los Judíos. Él es Rey de Israel. Él es Rey de justicia. Él es Rey de los siglos. Él es Rey de los cielos. Él es Rey de gloria. Él es Rey de reyes y el Señor de señores. ¡Él es mi Rey! Me pregunto si lo conoces.

David dijo que los cielos cuentan la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Mi Rey es el único del cual ninguna forma de medida puede definir su amor infinito. Ningún telescopio, por potente que sea, puede mostrar los límites de su provisión. No hay barrera que pueda detenerlo. Mi rey es un rey Soberano. Él es por siempre fuerte. Él es completamente sincero. Él es eternamente constante y firme. Él es inmortalmente lleno de gracia. Él es majestuosamente poderoso. Él es imparcialmente misericordioso.

Él es el fenómeno más grande que ha atravesado el horizonte de este mundo. Él es el Hijo del Dios viviente. Él es el salvador de los pecadores. Él es el punto central de la civilización. Él es inigualable. Él es imprescindible. Él es firme en sí mismo. Él es honesto. Él es único. No tiene paralelo. No tiene precedente. Él es supremo. Él es preeminente. Es el tema más elevado de la literatura. Él es la más alta personalidad en filosofía. Él es el más grande problema para los críticos. Él es la doctrina fundamental de la verdadera teología. Él es la necesidad carnal de una religión espiritual. Él es el único calificado para ser suficiente salvador. Él es el milagro de los tiempos. Él es el superlativo de toda cosa buena que seas capaz de llamarlo. ¡Éste es mi Rey! Me pregunto ¿Lo conoces?

Él es el único capaz de suplir todas nuestras necesidades simultáneamente. Él da fortaleza a los débiles. Él siempre está disponible para el que es tentado y para el que está cansado. Él tiene misericordia y salva. Él es el Dios que fortalece y sostiene. Él guarda y guía. Él sana a los enfermos. Él limpia a los leprosos. Él perdona a los pecadores. Él quita la carga a los deudores. Él libera a los cautivos. Él defiende a los débiles. Él bendice a los jóvenes. Él sirve a los menos afortunados. Él cuida a los ancianos. Él recompensa a los diligentes y embellece a los mansos de corazón. ¿Lo conoces?

Mi Rey es la llave del conocimiento. Él es fuente de sabiduría. Él es la puerta de la liberación. Él es el camino de paz. Él es la senda de justicia. Él es la autopista hacia la santidad. Él es la puerta de gloria. Él es el Señor de los poderosos. Él es el capitán de los conquistadores. ¿Lo conoces?

Él es la cabeza de los héroes. Él es el líder de los legisladores. Él es el supervisor de los vencedores. Él es el gobernador de los gobernadores. Él es el príncipe de príncipes. Él es el Rey de reyes y Señor de señores ¡Él es mi Rey!
Su vida es inigualable. Sus promesas son seguras. Su luz es sin igual. Su bondad es ilimitada. Su misericordia es para siempre. Su amor nunca cambia. Su Palabra y su gracia son  suficientes. Su reino es justo y verdadero. Su yugo es fácil y ligera su carga.

Quisiera poder describírtelo pero Él es indescriptible. Él es incomprensible. Él es invencible. Él es irresistible. Vengo a decirles, que los cielos no lo pueden contener, mucho menos un hombre tratar de describirlo. No puedes sacarlo de tu mente. No te puedes deshacer de Él. No puedes vivir más allá de Él y no puedes vivir sin Él. Los fariseos no lo soportaban Y se dieron cuenta que no lo podían detener. Pilatos no pudo encontrar falta en Él. Herodes no pudo matarlo. La muerte y la tumba no pudieron detenerlo. ¡Este es mi Rey!”

Dr. S.M. Lockridge
 Doctor en Teología y Pastor Bautista 
1913 – 2000

Quisiera, sin ánimo de ser repetitivo, volver a hacerte la pregunta inicial: ¿Qué representa Jesús para ti? ¿Conoces a este Rey?


El pago por la libertad

James Bain, fue condenado en 1974 a cadena perpetua, por los cargos de robo, secuestro y violación. Durante el juicio alegó inocencia de todos los cargos. Sin embargo fue condenado a toda una vida en prisión. Sentencia semejante ha de haber sido un trago difícil de pasar. En diciembre del 2009, Bain de 54 años de edad, fue puesto en libertad tras 35 años de injusto encarcelamiento. Una prueba de ADN demostró que James Bain era inocente de los cargos que se le imputaron.  Treinta y cinco años en la cárcel por algo que no hizo. ¡Vaya que es injusto! No creo que haya algo más injusto que ser encarcelado por lo que otro hizo. ¿O sí?

“Ahora bien, en el día de la fiesta les soltaba un preso, cualquiera que pidiesen. Y había uno que se llamaba Barrabás, preso con sus compañeros de motín que habían cometido homicidio en una revuelta. Y viniendo la multitud, comenzó a pedir que hiciese como siempre les había hecho. Y Pilato les respondió diciendo: ¿Queréis que os suelte al Rey de los judíos? Porque conocía que por envidia le habían entregado los principales sacerdotes. Mas los principales sacerdotes incitaron a la multitud para que les soltase más bien a Barrabás. Respondiendo Pilato, les dijo otra vez: ¿Qué, pues, queréis que haga del que llamáis Rey de los judíos? Y ellos volvieron a dar voces: ¡Crucifícale!
Pilato les decía: ¿Pues qué mal ha hecho? Pero ellos gritaban aun más: ¡Crucifícale! Y Pilato, queriendo satisfacer al pueblo, les soltó a Barrabás, y entregó a Jesús, después de azotarle, para que fuese crucificado.”
Marcos 15:6-15

Hace unos días, cuando leía este pasaje, me preguntaba: ¿Qué habrá  sido de la vida de Barrabás? Un hombre bandido, revoltoso, acusado por sedición y homicidio. Sin duda Barrabás no sería  la clase de sujeto, que te gustaría como pretendiente de alguna de tus hijas.

Sin embargo y a pesar de cualquier argumento que podamos decir en contra de Barrabás, hay un hecho que debemos dar por ciertísimo según el texto bíblico, y es el hecho que él era culpable de todo lo que se le acusaba. En contraposición de Jesús, que no fue hallada en Él culpa de ningún delito.
Creo que esto es lo que más me molesta de la historia, el hecho que Jesús fuera condenado siendo inocente y Barrabas siendo culpable recibiera una nueva oportunidad.  Como podría vivir tranquilo Barrabás, sabiendo que él debía pagar por un delito que claramente cometió, y que Jesús fuera el que tuviera que pagar por ello.

Es por esto que me pregunto sobre Barrabás: ¿Habrá aprovechado su oportunidad? ¿Habrá corregido su vida de delincuencia? ¿Habrá vivido una vida digna de tan grande regalo?

Fue en ese momento que entendí. Yo nunca fui menos culpable que Barrabás. Al igual que él, yo merecía la muerte por todas mis rebeliones. El lugar de Barrabás era mi lugar. La justa sentencia por mis pecados era la muerte. Y en lugar de ser sentenciado, al igual que Barrabás recibí una segunda oportunidad. Jesús tomó mi lugar. Él pagó el castigo por lo que nosotros hicimos. Tal y como el profeta Isaías dijo más setecientos años antes, acerca de Él:

“Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.”
Isaías 53:5
El sacrificio de Jesús no fue una injusta sentencia, ni un error en un sistema judicial. La muerte de Jesús no fue un accidente. Él escogió estar ahí. Jesús escogió la cruz, para que ninguno de nosotros la padeciese.
Pienso que debo replantear las preguntas que antes hice: ¿Estas aprovechando esta nueva oportunidad? ¿Has corregido tu vida de equivocaciones? ¿Estas viviendo una vida digna de tan grande regalo? Por favor, has que el sacrificio no haya sido en vano.

Sueño de una carrera

El día de hoy me senté a descansar, tal era mi cansancio de tantas labores, que me quedé dormido, y tuve el siguiente sueño: Vi a dos hombres prestos a iniciar una carrera. El primero de ellos era un anciano, el otro era un joven, vigoroso y lleno de vida, cual juventud entre sus días. La carrera era larga y muy difícil, así que mientras el hombre consideraba su dificultad, el joven confiado en su capacidad fanfarroneaba de su propia fortaleza. Más antes que después empezó la carrera. El anciano, con dificultad inició su camino, al paso que sus fuerzas se lo permitían. Tengo que decir que el hombre no iba ni lento, ni apresurado, solo caminaba con la capacidad que él mismo poseía. Entre tanto el joven corrió con tanta fuerza y velocidad que apenas y me percaté cuando salió. En un momento estaba ahí y al instante se había perdido su figura en el horizonte del camino.

No habían avanzado mucho más en el camino, cuando vi al joven lastimado, alejado del sendero. Cansado y disminuido del esfuerzo inicial, el joven había abandonado la carrera. En tanto que el anciano, a su paso constante, sabedor de lo largo del camino, alcanzó al joven impetuoso. Ya no había vigor, ya no había fuerza. Ya no había distancia que los separara el uno del otro. Simplemente uno permanecía y el otro no.  El anciano al ver al joven desertor de la carrera, sin detener su paso constante; alcanzó a cruzar las siguientes palabras con él: “Los muchachos se fatigan, y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; pero los que esperan en Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantaran alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán y no se fatigarán.”
El joven confundido preguntó al anciano: — ¿Qué son estas palabras que me has dicho? ¡Detente un momento y ayúdame!
A lo que el anciano respondió: —No me es dado detenerme para ayudarte, solo te digo que he caminado esta misma senda mucho antes que tú, he visto a muchos caer y a otros abandonar por cansancio o desdén. No me es permitido dejar el camino para ayudarte, solo puedo alentarte a que continúes.  Así el anciano, dejándole siguió su camino. Entendí entonces en mi sueño, que el camino es personal. Y que nadie puede alegar cansancio o desinterés, que nadie podría tomar en poco el camino y la labor que ello conlleva. Y cada uno debe velar por sí mismo.

Seguí mirando al joven y vi que se reincorporaba con dificultad y con dolor. Sus piernas le pesaban y su paso ya no era ágil y veloz. Una voz le alentaba a continuar, le decía: “Siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse”. Animado por estas palabras el joven regresaba a la carrera.
Muchos días caminó, largo fue el viaje y difícil el camino. Muchos lo sobrepasaban en la carrera. Vio a muchos caer al igual que él. A otros vio equivocar el camino e irse por sendas oscuras. Otros desanimados de lo exigente de la prueba, regresaban por el camino al lugar de donde partieron. De tanto en tanto veía en el camino a otros jóvenes, que corrían con la misma soberbia que él algún día tuvo. Los miraba con entendimiento y les decía: “Una vez fui joven e imprudente, tengan cuidado de no caer”. Sin dejar su caminar les profería estas palabras: “a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno”. A quienes caían al igual que él, trataba de animar. Algunas veces los caídos se levantaban y le acompañaban, otras veces, rehusaban su consejo y le maldecían. Lo cierto es que la carrera fue larga, tanto así que el joven envejeció. Estuvo en el camino más de lo que en algún momento pensó que estaría. Ya no era más un joven impetuoso, era un anciano, igual al que un día trataba de sobrepasar. Ya no le importaba la prontitud de su victoria, sino solamente completar aquello que un día inició.

Vi en mi sueño a aquel que un día fue joven, llegar a un reino lejano. El Señor del reino, coronado de victoria, le esperaba al final de un largo camino. Millares de súbditos del Señor de esas tierras, estaban esperando al caminante. Al final de una larga carrera, fue recibido como vencedor; aunque poco importaba ya quien había vencido. Bastó a cada cual haber terminado la carrera. Miles aplaudieron, fiesta había en la casa del rey. Recibido como un campeón el ahora anciano del camino, escuchaba al Señor del reino decir: “Bien buen siervo y fiel”.

Entonces desperté y vi que había sido un sueño. O ¿Quizás no?

“Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante”
Hebreos 12:1

   

La grandeza del servicio

¡Cuán apreciado es en estos días el verdadero liderazgo! Todas las organizaciones y estructuras sociales buscan a un líder que lleve las riendas. Las universidades aseguran poder formar al líder del mañana y las personas se esfuerzan, para desarrollar habilidades que les permita identificarse a sí mismas, como auténticos líderes del mundo competitivo actual. Es por esto que eternas discusiones sobre el liderazgo se han entablado: ¿El líder nace o se hace? A pesar de lo extenso de los argumentos, aun no han llegado a una conclusión al respecto. Y por supuesto la innumerable cantidad de requisitos de un líder: Carisma, presencia, don de mando, dientes blancos y sonrisa encantadora. Veinte minutos a fuego lento y listo, tenemos al líder de hoy en día. Un líder a la medida de la sociedad actual.
No es mi intención hacer una sátira del concepto de liderazgo, pero me es innegable observar que los líderes actuales, parecen ser más publicidad que reales representantes de autoridad. Lo que comúnmente vemos en los mal llamados líderes actuales, es una competencia desleal y encarnecida por poder y reconocimiento, aunque para alcanzarlo, deban pasar sobre los cadáveres de las victimas de su ambición. ¡Vaya modelo de liderazgo que tenemos hoy en día! Todo bajo la bandera de la competitividad.   

“Sabéis que los que son tenidos por gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes ejercen sobre ellas potestad. Pero no será así entre vosotros, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos. Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.”
 Marcos 10:42-45

¿Sabía usted que la Biblia no menciona ni una sola vez la palabra “líder”? Sin embargo en muchos pasajes, si podemos encontrar la palabra siervo. ¿Será que Dios quiere decirnos algo, sobre la característica primordial que debe tener un verdadero líder?

El liderazgo no es un concepto nuevo, pero si se ha puesto muy de moda. Y a pesar de ser el término del momento, se ha desvirtuado mucho desde las palabras de Jesús, relatadas en el evangelio de Marcos. Muchos de los líderes actuales buscan mas servirse a sí mismo, que servir a los demás. Y es precisamente sobre esto que Jesús está hablando: “Aquel que desee autoridad, ha de estar dispuesto a servir a los demás”. La palabra griega utilizada en este pasaje, para servidor es diakonos (διακουία). Esta palabra era utilizada para personas que tenían el honor de servir a otros. Y para poder hacerlo debían tener una serie de requisitos, entre ellos ser honestos; respetables; no ser codiciosos e irreprochables. ¿Cuántos de nuestros líderes actuales pueden cumplir con esta lista de requisitos?  Pareciera una lista simple, pero el estándar que tiene cada uno de esos términos, es en sobremanera elevado.

Cuando miramos a Jesús, vemos en su persona el fiel reflejo del autentico líder. El atractivo de su figura de liderazgo, radica en que se interesaba genuinamente en la gente. Jesús mismo, siendo la encarnación de la divinidad, no vino a ser servido, sino que escogiendo el camino del servicio, se despojó de sus derechos como Dios y con humildad vino a servir a quienes lo necesitaban. Precisamente de eso se trata el servicio, se trata de humildad. Reconocer que servir a los otros no te denigra como persona, es una forma de demostrar que no se es más que nadie, que no hay barreras. Pienso que se trata de compartir la carga. Cada persona que ostente un puesto de autoridad, debería aprender y poner en práctica este modelo de liderazgo que nos enseñó Jesús. Aunque hacer lo que Jesús nos enseña si se ha convertido en un concepto nuevo en estos días.

¿Así que ambicionas liderazgo y autoridad? Pues bien ambicionas, pero recuerda que el camino para ello es el servicio. Debes estar dispuesto a servir más que ordenar. Las personas tienen de sobra gente que quiera darles ordenes, pero gente que esté dispuesta a servir, de esos hay pocos. La autoridad y el liderazgo no se reclaman, el respeto de los demás debes ganarlo, con la humildad que solo el servicio puede dar.

El amor

En ocasiones pienso que más importante que entender el concepto de algo, es el saber cómo funciona. Permítame explicar la frase anterior con más detalle. En este momento estoy escribiendo estas líneas en una computadora. Nunca he sido muy hábil para los dispositivos tecnológicos. De hecho soy torpe al escribir y bastante lento al hacerlo. Yo no entiendo muy bien la computadora como tal, pero si entiendo lo que hace por mí. En este momento me ayuda a escribir este mensaje. Así que, si bien no sé cómo funciona del todo, tengo una leve noción de en que consiste.

¿Le parece algo exagerado el ejemplo? Probablemente sí, pero permítame aplicar el ejemplo por medio de una pregunta personal: ¿Sabe usted que es el amor? La mayoría de personas intentarán explicarlo a su manera, algunas respuestas estarán hermosamente estructuradas y serán muy convincentes, pero lo cierto del caso es que muy pocas personas pueden definirlo. Sin embargo a la gente se le hace más simple entender lo que el amor hace por ellos, que poder explicarlo, esto es perfectamente normal y entendible. Sabemos del amor de una madre para sus hijos, de un esposo para su esposa; pero si alguien nos preguntara que le definiéramos ese sentimiento, a la verdad, no podríamos hacerlo. Tenemos una noción de cómo funciona, pero no lo entendemos del todo.

Pienso que el problema que ha surgido para poder definirlo, se basa en que cada quien parte de su experiencia personal para poder hablar sobre el amor. Esto ha hecho que sea mal entendido el concepto. En estos días el concepto de amor es tan diferente de lo que debería ser. Se ha mal entendido el amor y por tanto, se ha racionalizado su concepto a conveniencia. El sentimentalismo, el romanticismo, el deseo y el placer; todos conceptos egoístas, que buscan en el amor,  una escusa para justificar el hecho que lo que realmente deseamos, es obtenerlo para nuestro provecho. Todos estos conceptos buscan alimentar el ego de lo que “yo quiero” o lo que “yo hago”. Conceptos primariamente hedonistas, donde el placer puede más que el verdadero sacrificio. ¿Sentimentalismo, romance, deseo y placer igual ha amor? ¡No lo creo!

¿Entonces que es el amor? Cuantas personas se habrán hecho esta pregunta en la vida y aun así, por no buscar en el lugar adecuado, nunca han encontrado la respuesta, o nunca han experimentado el verdadero amor, pues no pueden encontrarlo por sí mismas. Si deseas saber sobre el amor, no puedes buscarlo en una enciclopedia, no está en una página Web o en una novela romántica. El amor no está en cada esquina, como mercancía a granel. Entonces te preguntarás: ¿Dónde puedo saber lo que es el amor?

“Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios.  El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor.
En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.
Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros.”
1 Juan 4:7-11
Tal vez usted ya lo notó, pero quiero resaltar dos afirmaciones del texto bíblico, que normalmente pasamos por alto: “El amor es de Dios” y “Dios es amor”. Estas afirmaciones son unas de las más reveladoras de toda la Biblia. La primera indica que el amor le pertenece a Dios. El es el dueño de todo cuanto existe y por ende del amor también. La segunda afirmación revela la naturaleza o procedencia del amor. Con esto es como si Dios nos marcara las reglas a seguir. Es como si Dios dijera:

1. Si deseas amar, toma en cuenta que yo soy el anfitrión, el amor es mío.
2. Si deseas amar, toma en cuenta que yo soy al que amas, porque yo soy el amor.

Profundicemos un poco en la primera afirmación: “El amor es de Dios”.
Si el amor es de Dios, entonces el amor no es un concepto humano. Por lo cual no le corresponde al hombre dar lo que no le pertenece. Para que el amor subsista en una relación, Dios siempre debe esta en medio. De aquí podemos ver por qué tantas relaciones fracasan hoy en día. Vemos al ser humano tratando de dar a otro ser humano, lo que no tiene para dar. La pasión y el sentimentalismo serán tan efímeros como cualquier otro aspecto de la existencia humana. Permanecerán hasta que su ciclo se complete y después de esto morirá, pues son emociones pasajeras mas el amor es eterno.

Ahora veamos la segunda afirmación: “Dios es amor”.
Si Dios es amor, el amor debe ser pensado con la misma santidad y reverencia con que nos referimos a Dios. Entonces el sexo, las emociones y el romance, deben ser pesadas con esta balanza. ¿Son estos aspectos de nuestra vida, algo que Dios pueda llamar justo, digno y santo? Si estos aspectos de nuestra vida no se asemejan a la naturaleza de Dios, sabemos entonces que estos no son amor, porque Dios es amor.
También a la luz de este concepto podemos entender porque en el mundo actual hay tanto dolor y sufrimiento. Padres que abandonan a sus hijos, la injusticia reinante, matrimonios al borde del fracaso,  Dios nunca estuvo ahí. El mundo le ha dado la espalda al amor, porque le ha dado la espalda a Dios. Con justa razón tan pocas personas en este mundo pueden definir al amor.

El amor no se define con razonamiento humano, dado que Dios es amor, no esta dentro de la sabiduría del hombre conocer a Dios. Solo podemos entender en que consiste. Y el amor consiste en que Dios nos amo primero. No es lo que nosotros le podamos dar a Dios, sino en que fue Dios el que se dio El mismo primero. Entonces el amor, desde la perspectiva divina es un sacrifico abnegado de Dios en favor nuestro. En eso consiste el amor, no podemos entenderlo, solo podemos ver los hechos. Y el hecho más notable de todo esto es que Dios nos amo antes que nosotros a Él. En esto se perfecciona el amor, en que no pasa por nosotros el amar, sino que depende de Él.

Acabo de finalizar estas letras que escribo, y aun así no entiendo cómo funciona por dentro este aparato. Estoy a pocos segundos de correr el cursor del mouse, hasta el icono de guardar y tal vez nunca entenderé como lo hace. Solo sé lo que hizo por mí… Sabe una cosa, acabo de entender que eso es el amor, no es lo que yo sepa de él, sino lo que Dios hizo por mí.

Todo tiene su tiempo

“Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.”
Eclesiastés 3:1

Qué es la vida sino tiempo. Cuando hago un vistazo de los días que Dios me ha prestado en esta tierra, puedo ver mi vida en una serie de etapas. La etapa de la niñez donde nada nos preocupaba, más que el amor de nuestros padres. Si tuviste una familia donde abundó el amor cuando eras niño, sabes que la vida es simple y llena de inocencia. Juegas y ríes durante el día; y duermes plácidamente en las noches.
Luego llega la adolescencia, una etapa difícil. A menudo se nos olvida lo difícil que fue, o lo difícil que fue para otros tolerarnos. Es una lucha hormonal de cambios físicos y emocionales. Acné, mal humor, baja autoestima y represión sexual; demasiados cambios a tan corta edad ¡Bendita adolescencia!
Luego está nuestro despertar intelectual. Es la etapa universitaria y de formación donde creemos entender el mundo que nos rodea. Nuestro conocimiento aumenta y la humildad disminuye. Creemos que por conocer un poco acerca de algo, ya somos expertos en todo. En esta etapa formamos opiniones y criterios, pensamos y hablamos como adultos; tenemos conocimiento pero nos falta experiencia.
Nuestra siguiente etapa es buscar la experiencia que nos falta, por tanto llega el trabajo y por primera vez, experimentamos esa sensación de independencia. En esta etapa obtienes dinero propio y empiezas a tomar decisiones que antes no podías, por falta de recursos. Es así como inicia tu vida adulta. Con el tiempo conoces a una persona especial, te enamoras, te casas y producto del amor vienen los hijos. En tus hijos ves como se repiten las etapas de tu vida, los ves crecer e independizarse y así vuelve a empezar el ciclo de la vida nuevamente.

Esa es la vida y así es el tiempo que pasamos cuando estamos en este mundo. Es tan hermosa y a la vez tan fugaz. Cada etapa una experiencia, en cada experiencia la esencia de lo que es vivir. Debemos aprender a disfrutar cada momento de la vida, pues lo que fue ayer, ya no será más. Habrá tiempo para reír y tiempo para llorar, tiempo para caer y tiempo para volverse a levantar, tiempo de triunfos y tiempo de fracasos. Cada momento tendrá su hora. Todo tiene su orden lógico. De momentos esta llena la vida.
Pienso que debemos aprender a celebrar la vida. Disfrutar del momento y gozarnos en lo que Dios nos permite vivir. Aprender a esperar la próxima etapa de nuestra vida con ansias, pero viviendo y disfrutando al máximo el presente. Muchas personas pasan reservándose a sí mismas, absteniéndose de vivir, cuando la vida esta llena de momentos memorables. O por el contrario quieren vivir tan rápido que no se dan cuenta que no ha llegado el tiempo. Y es ahí cuando hace eco el consejo bíblico: “Todo tiene su tiempo”.

Dios creó todas las cosas para el deleite del hombre

“Yo he conocido que no hay para el hombre cosa mejor que alegrarse, y hacer bien en su vida; y también que es don de Dios que todo hombre coma y beba, y goce el bien de toda su labor”
Eclesiastés 3:12-13

Baila, ríe, come, viaja, disfruta del regalo de la vida, que es un don divino. Gózate en cada una de sus etapas. Si no disfrutas tu vida, nadie más lo hará por ti.  Hay un tiempo para todo, y el tiempo para vivirlo es ahora. Pero disfruta con prudencia y con buen juicio. No ames tanto la vida que te olvides del dador de vida. No te aferres tanto a esta vida, pues solo estamos de paso en ella. No sea que pongas tanta atención en lo finito que te olvides de lo eterno.

Habiendo dicho esto solo me resta decirte, que en cada etapa de nuestra vida Dios ha estado presente. Te vio caer y llorar de niño; y puso a tus padres para que te consolaran. Vio tu rebeldía adolescente y te dio amigos que te comprendieran. El vio como tu conocimiento aumentaba y puso maestros que te orientaran. Dios vio tu empeño y esfuerzo; y te dio el trabajo para que fueras útil y productivo a la sociedad. Luego vio tus sentimientos y te dio compañía para que formaras un hogar. Vio tus anhelos de tener una familia y ser ejemplo para los tuyos; y te dio hijos para que tu simiente en este mundo fuera perpetuada. El vio cuando tus hijos siguieron tus pasos y te dio nietos para que te gozaras en ellos.

Así entendemos que hay un tiempo para nacer y un tiempo para morir; y en medio de estas palabras toda una vida. Pero el viaje algún día llegará a su fin. La aventura de la vida habrá acabado. Un viaje único y hermoso, pero a la vez fugaz. Al final de tus días Dios estará ahí también, esperándote para decirte: “Bienvenido a casa hijo mío”. El viaje algún día terminará, el peregrino volverá a su hogar. El caminante cansado encontrará el reposo de su largo camino.
 ¡Bendita sea la vida y bendito sea el dador de vida!

Cuando canta el gallo

Aunque vivimos sabiendo que existe, nadie nos enseñó a tratar con él. El fracaso, una de las situaciones más difíciles de aceptar, un trago amargo que ninguno desea tomar.
“Y prendiéndole, le llevaron, y le condujeron a casa del sumo sacerdote. Y Pedro le seguía de lejos.
Y habiendo ellos encendido fuego en medio del patio, se sentaron alrededor; y Pedro se sentó también entre ellos. Pero una criada, al verle sentado al fuego, se fijó en él, y dijo: También éste estaba con él. Pero él lo negó, diciendo: Mujer, no lo conozco. Un poco después, viéndole otro, dijo: Tú también eres de ellos. Y Pedro dijo: Hombre, no lo soy. Como una hora después, otro afirmaba, diciendo: Verdaderamente también éste estaba con él, porque es galileo. Y Pedro dijo: Hombre, no sé lo que dices. Y en seguida, mientras él todavía hablaba, el gallo cantó. Entonces, vuelto el Señor, miró a Pedro; y Pedro se acordó de la palabra del Señor, que le había dicho: Antes que el gallo cante, me negarás tres veces.
Y Pedro, saliendo fuera, lloró amargamente.”
Lucas 22:54-62

¡Que duro es fracasar! Lo que hace al fracaso algo tan difícil de aceptar, es el hecho que no estaba presupuestado. Tenemos expectativas altas, que todo nos va a salir de acuerdo a lo planeado, pero cuando no es así, terminamos al igual que Pedro: decepcionados y con un llanto amargo.
Pienso que, si hay alguien que tenía derecho de odiar el canto de un gallo, ese era Pedro. Cada vez que un gallo cantaba le recordaba la amplitud de su gran fracaso. El canto de un gallo sería un recuerdo muy ingrato para Pedro. Sin embargo, cuando ponemos atención en quien era Pedro, nos damos cuenta que su intención inicial no era fracasar de esa forma. Permítame explicarle. Pedro era un pescador, un hombre sencillo y honesto. No era muy educado al hablar, pero cuando lo hacía, hablaba sinceramente y de corazón. Así que, cuando él aseveró que nunca negaría a Jesús y que lo seguiría hasta la misma muerte, Pedro hablaba genuinamente desde el fondo de su corazón. El estaba siendo honesto. Pedro tenía la más legítima y sincera intención, de seguir a Jesús hasta el final, cualquiera que este hubiera sido. Precisamente ese fue el problema para Pedro. Su sinceridad era tal, que el fracaso lo tomó por sorpresa.

Pero somos muy duros al juzgar a Pedro. Cualquiera de nosotros podría haberle pasado igual. A decir verdad, a muchos nos ha pasado lo mismo que a Pedro. Personalmente puedo decir que, de todos los fracasos que he tenido que afrontar, ninguno de ellos lo veía venir. Solo el canto ronco de un gallo, recordándome que acababa de fracasar. Y una voz en mi cabeza que dice: “David, el gallo ya cantó”. ¡Ouch, que duro es fracasar! Es por esto que entiendo lo difícil que pudo haber sido para Pedro. Y a la vez me pregunto ¿Cuántos fracasos como estos han encontrado el canto de un gallo, al final de una triste noche? ¿Cuántos cuentos sin un final feliz? Negocios que no resultaron, matrimonios acabados, empleos perdidos. Detrás de todo esto, los corazones rotos de personas golpeadas por el fracaso. A todos nos canta el gallo alguna vez. Lo único que resta por hacer es volver sobre nuestros pasos y afrontar nuestros fracasos. Sin embargo ¡Que difícil es el camino de regreso al lugar donde has fracasado! Lo mismo le pasó a Pedro. El vio endemoniados ser liberados, enfermos ser sanados, desamparados encontrar consuelo, muertos que resucitaban. Y ahora, después del canto del gallo, vuelve a su vida común y corriente. Un pescador con el corazón roto. Pedro quizás había olvidado las palabras de Jesús acerca de él: Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres” Mateo 4:19. El fracaso, puede hacer que olvidemos las promesas de Dios.  Pedro había sido escogido por Jesús para que le fuera útil. No más un pescador, sino un pilar fundamental en la iglesia, pero Pedro lo había olvidado. Eso mismo hace el fracaso en nuestras vidas. El llanto es tan amargo y el dolor es tan grande, que olvidamos las promesas de Jesús para nosotros.

Ahora bien, si Pedro había fracasado y pensaba que lo único que le quedaba era volver a pescar. Te invito a que pongas atención a esto:

“Cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos? Le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Él le dijo: Apacienta mis corderos.
Volvió a decirle la segunda vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Le dijo: Pastorea mis ovejas.
Le dijo la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez: ¿Me amas? y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas. “
Juan 21:15-17

Tres veces había fracasado Pedro ante el canto del gallo, aquella triste noche. Tres veces el fracaso le hizo olvidar las promesas de Jesús para su vida. De la misma forma Jesús, lejos de recriminarle, tres veces le confirma que la promesa seguía vigente. Esta fue la forma de Jesús de decirle a Pedro: “Tres veces fracasaste, tres veces te dijiste a ti mismo: “Volveré a ser pescador”. Así que tres veces te digo que te equivocas. Tres veces te digo que mi promesa es más fuerte que el canto de un gallo, mi promesa es más fuerte que cualquier fracaso. Voy a hacer de ti lo que te prometí que haría. Olvida el fracaso, déjalo en el pasado, voy a hacer de ti algo aún mejor.”
No te quedes lamentando el canto de un gallo, que solo te recordará lo mucho que dolió el fracaso. Recuerda las promesas de Jesús. Eso te traerá de regreso de dónde has caído.

Lo mismo que Jesús le dijo a Pedro, nos dice hoy en día: Olvida tus fracasos, recuerda mis promesas.
  

Afanado y cargado estoy

Hoy el despertador sonó a las 5:30 am. Hora de levantarse, lavarse los dientes, tomar una ducha, desayunar e ir al trabajo. Ocho horas de trabajo durante cinco días de la semana. En las noches, el tiempo justo para hacer la cena, preparar el desayuno y el almuerzo del día siguiente.  Dormirnos antes de las 10 pm, pues los médicos así lo recomiendan, ocho horas de descanso por ocho horas de trabajo al día. Diez horas a la semana en promedio, atorado en el tránsito. Llega el fin de semana. Debemos ocuparnos de las compras, los quehaceres domésticos, tomar un tiempo para hacer deporte (pues es recomendado para tu salud), mínimo dos horas. Visitar a nuestros padres y amigos (recuerda que las relaciones deben cultivarse). Asistir a la iglesia, lavar el auto y estudiar si fuera el caso. Añade a la lista el doble de labores si tienes hijos o mascotas. Cuando te das cuenta; ya es hora de dormir, pues mañana es lunes y todo empieza de nuevo.
     David: ¡Señor, no me alcanza el tiempo!
     Jesús: David, David, afanado y turbado estás
Si te ha pasado esto, quisiera invitarte a que conozcas a Marta. Ella es una mujer muy abnegada. Esforzada por tener su casa impecable, es un ama de casa ejemplar. Marta es como usted y como yo. Tiene mucho que hacer, el tiempo no le alcanza y nadie le presta una mano. Aun así Marta piensa como nosotros: “Si me esfuerzo puedo con todo”. Aunque al final, al igual que todos lo que pensamos de esa forma, finaliza con un mal sabor de boca; no podemos con la carga. Tenemos mucho en común con Marta, es por eso que quiero que la conozcas, acércate a la ventana, y mira lo que sucede al interior de su hogar:

“Aconteció que yendo de camino, entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa.
Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra. Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose, dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude. Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.”
Lucas 10:38-42
Sabe una cosa, siento que me parezco mucho a Marta, aunque reconozco que me gustaría parecerme a Maria. Maria está a los pies de Jesús, escuchándolo hablar. Mientras Maria escucha al Señor, Marta escucha una voz es su cabeza que le dice: “Se te acaba el tiempo y aun te falta que hacer.” La voz que escucha Maria le da paz, la voz que escucha Marta la perturba.
¿Cuántas veces en la vida tienes cosas que hacer? Sin embargo ¿Cuántas veces en la vida, Jesús está antes que todo lo que tienes que hacer?
Entre la lista de cosas que tenemos por hacer, Dios rara vez es el primero, a veces nos sorprendería ver que Él, en ocasiones, ni siquiera está en la lista. Ese es el caso de Marta. Jesús está en su casa, pero ella tiene demasiadas cosas que hacer, como para estar con Él. Ella sabe que Jesús le ha visitado; de eso no hay duda; sin embargo, para ella, igual sería que Jesús estuviera a unos metros, que a seis mil millas de ahí. Simplemente ella no puede estar con Él ¿No se le hace familiar la escena?  
El famoso misionero británico Hudson Taylor dijo una vez:
“Tengo tantas cosa por hacer que lo primero que haré será hablar con Dios”

Jesús sabía que Maria, había hecho bien al sentarse a escucharlo, antes que llenarse de afanes y tareas pendientes. Incluso dice de ella: “Maria ha escogido la mejor parte”. Mejor aún que esta afirmación, es la frase que continúa: “no le será quitada”. La paz no le será quitada, este momento era de ella, nadie podría arrebatárselo. Ella estaba por encima de cualquier afán. A los pies de Jesús, las preocupaciones no tendrán cabida. Es un momento, para encontrar en Jesús, la paz y la fuerza que necesitamos para el día que se avecina. Los afanes y los quehaceres siempre estarán ahí, es la forma como los afrontamos lo que cambia nuestra condición ante el afán. Vale la ocasión para animarte a que hagas lo mismo que Maria. Antes de iniciar tu día, antes que las preocupaciones aparezcan, antes del ruido, las carreras y las obligaciones ocupen nuestra mente, saquemos un tiempo para escuchar lo que Jesús tiene que decir. Pongamos todo nuestro día a sus pies. Afrontemos el día con Jesús como prioridad.
     Jesús: David ¿Por qué no te detienes? Hablemos un momento…
     David: Sí Señor, tienes razón.