martes, 14 de septiembre de 2010

Todo tiene su tiempo

“Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.”
Eclesiastés 3:1

Qué es la vida sino tiempo. Cuando hago un vistazo de los días que Dios me ha prestado en esta tierra, puedo ver mi vida en una serie de etapas. La etapa de la niñez donde nada nos preocupaba, más que el amor de nuestros padres. Si tuviste una familia donde abundó el amor cuando eras niño, sabes que la vida es simple y llena de inocencia. Juegas y ríes durante el día; y duermes plácidamente en las noches.
Luego llega la adolescencia, una etapa difícil. A menudo se nos olvida lo difícil que fue, o lo difícil que fue para otros tolerarnos. Es una lucha hormonal de cambios físicos y emocionales. Acné, mal humor, baja autoestima y represión sexual; demasiados cambios a tan corta edad ¡Bendita adolescencia!
Luego está nuestro despertar intelectual. Es la etapa universitaria y de formación donde creemos entender el mundo que nos rodea. Nuestro conocimiento aumenta y la humildad disminuye. Creemos que por conocer un poco acerca de algo, ya somos expertos en todo. En esta etapa formamos opiniones y criterios, pensamos y hablamos como adultos; tenemos conocimiento pero nos falta experiencia.
Nuestra siguiente etapa es buscar la experiencia que nos falta, por tanto llega el trabajo y por primera vez, experimentamos esa sensación de independencia. En esta etapa obtienes dinero propio y empiezas a tomar decisiones que antes no podías, por falta de recursos. Es así como inicia tu vida adulta. Con el tiempo conoces a una persona especial, te enamoras, te casas y producto del amor vienen los hijos. En tus hijos ves como se repiten las etapas de tu vida, los ves crecer e independizarse y así vuelve a empezar el ciclo de la vida nuevamente.

Esa es la vida y así es el tiempo que pasamos cuando estamos en este mundo. Es tan hermosa y a la vez tan fugaz. Cada etapa una experiencia, en cada experiencia la esencia de lo que es vivir. Debemos aprender a disfrutar cada momento de la vida, pues lo que fue ayer, ya no será más. Habrá tiempo para reír y tiempo para llorar, tiempo para caer y tiempo para volverse a levantar, tiempo de triunfos y tiempo de fracasos. Cada momento tendrá su hora. Todo tiene su orden lógico. De momentos esta llena la vida.
Pienso que debemos aprender a celebrar la vida. Disfrutar del momento y gozarnos en lo que Dios nos permite vivir. Aprender a esperar la próxima etapa de nuestra vida con ansias, pero viviendo y disfrutando al máximo el presente. Muchas personas pasan reservándose a sí mismas, absteniéndose de vivir, cuando la vida esta llena de momentos memorables. O por el contrario quieren vivir tan rápido que no se dan cuenta que no ha llegado el tiempo. Y es ahí cuando hace eco el consejo bíblico: “Todo tiene su tiempo”.

Dios creó todas las cosas para el deleite del hombre

“Yo he conocido que no hay para el hombre cosa mejor que alegrarse, y hacer bien en su vida; y también que es don de Dios que todo hombre coma y beba, y goce el bien de toda su labor”
Eclesiastés 3:12-13

Baila, ríe, come, viaja, disfruta del regalo de la vida, que es un don divino. Gózate en cada una de sus etapas. Si no disfrutas tu vida, nadie más lo hará por ti.  Hay un tiempo para todo, y el tiempo para vivirlo es ahora. Pero disfruta con prudencia y con buen juicio. No ames tanto la vida que te olvides del dador de vida. No te aferres tanto a esta vida, pues solo estamos de paso en ella. No sea que pongas tanta atención en lo finito que te olvides de lo eterno.

Habiendo dicho esto solo me resta decirte, que en cada etapa de nuestra vida Dios ha estado presente. Te vio caer y llorar de niño; y puso a tus padres para que te consolaran. Vio tu rebeldía adolescente y te dio amigos que te comprendieran. El vio como tu conocimiento aumentaba y puso maestros que te orientaran. Dios vio tu empeño y esfuerzo; y te dio el trabajo para que fueras útil y productivo a la sociedad. Luego vio tus sentimientos y te dio compañía para que formaras un hogar. Vio tus anhelos de tener una familia y ser ejemplo para los tuyos; y te dio hijos para que tu simiente en este mundo fuera perpetuada. El vio cuando tus hijos siguieron tus pasos y te dio nietos para que te gozaras en ellos.

Así entendemos que hay un tiempo para nacer y un tiempo para morir; y en medio de estas palabras toda una vida. Pero el viaje algún día llegará a su fin. La aventura de la vida habrá acabado. Un viaje único y hermoso, pero a la vez fugaz. Al final de tus días Dios estará ahí también, esperándote para decirte: “Bienvenido a casa hijo mío”. El viaje algún día terminará, el peregrino volverá a su hogar. El caminante cansado encontrará el reposo de su largo camino.
 ¡Bendita sea la vida y bendito sea el dador de vida!

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