martes, 30 de agosto de 2011

El pozo de la desesperación


¿De que sirve un salvavidas si no me estoy ahogando? ¿De que sirve un salvador si no me estoy muriendo?

“Pacientemente esperé a Jehová, Y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; Puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos.”
Salmo 40:1-2
Creo que hay vidas que necesitan sentir el olor del fango en sus narices, para darse cuenta que están metidos en el lodo. Hay gente que tiene que llegar al borde para pedir auxilio. Matrimonios al borde del abismo, economía en bancarrota, enfermedad terminal acortando tus días, corazones rotos y lágrimas en lugar de sonrisas. Señas del fango espiritual asfixiando tu existencia. ¡Vaya lugar es el temido “pozo de la desesperación”! El lugar donde los hombres fuertes caen como hojas blandas en tiempo de otoño; el lugar de los corazones rotos y del sabor amargo de las lágrimas del desconsuelo. Hay vidas que tienen que llegar hasta este abismo de la desesperación, para alzar su mirada al cielo y pedir auxilio.

Hay quienes dicen que cada uno cava su propio pozo, y que lo rellenamos del lodo de nuestras malas acciones. Pienso que no es una idea tan descabellada, pues en una ocasión estuve ahí, en ese pozo de desesperación, aún lo recuerdo con temor. Al principio solo mis pies sintieron el frio del lodo, así que me relajé, solo es un poco de fango, pensé. Antes de darme cuenta el fango llegaba a las rodillas y era más difícil el andar, pero me dije: “más adelante veo un claro, ahí reposaré y recuperaré mi vigor”, sin embargo el lodo siguió aumentando y mi fuerza continúo disminuyendo. El lodo llegó hasta mi pecho, ya era imposible continuar, trate de nadar, pero era demasiado espeso y cada esfuerzo que hacía para salir de ahí, solo me hundía más. Trate de huir, pero ¿en cuál dirección? Entonces trate de aferrarme de algunas ramas de religiosidad que habían a los lados, pero ninguna de estas ramas puede salvar, se me escurrían de las manos. Es ahí cuando entendí lo que significa verdaderamente la palabra “clamor”. ¡Dios – dije elevando mi voz – sálvame que perezco en desesperación! 
No habría salido de ahí, si no fuera porque una mano traspasada por clavos, se extendió para librarme. Me saco del lodo, quitó mis angustias y libro mi alma.

Es cierto lo que algunos dicen, en ocasiones tienes que caer de espaldas, para mirar al cielo. Antes de pasar por los horrores del “pozo de la desesperación” caminamos por la vida orgullosos con la frente en alto, altaneros y confiados que nuestra vida es perfecta. Después del lodo, en cambio, no queda nada, solo la sensación de impotencia y la esperanza que un Salvador aparezca.

Para concluir, ya sea que usted tenga conciencia de su situación o no, eso no cambia el hecho, que antes de que Jesús nos rescatara todos nos encontrábamos con el lodo hasta el cuello. El apóstol Pablo nos declara en su carta a los Romanos la siguiente verdad espiritual:
 “Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.”
Romanos 3:12
Como puede ver, algunos saben lo que es estar en el lodo, otros están ahí pero no lo saben, sin embargo eso no cambia el hecho que ante Dios todos estábamos perdidos. Mas Dios mostró su amor para con nosotros, que aun siendo todos pecadores Cristo vino a rescatarnos. (Romanos 5:8 énfasis agregado).

No espere a sentir el fondo para pedir auxilio, del pozo de la desesperación nadie podrá ser librado, si no es por mano del único Salvador que estuvo dispuesto a bajar al lodo por amor a usted.

lunes, 22 de agosto de 2011

La senda antigua


En ocasiones pienso que el mundo se ha vuelto tan digital, que algunas cosas se han perdido. Por ejemplo ya no recuerdo cuando fue la última vez que escribí una carta a mano. El avance de las computadoras, celulares y dispositivos electrónicos hacen que hayamos olvidado, que hasta hace unos años, necesitábamos de bolígrafos y hojas de papel, para hacer cartas y enviar mensajes. Hoy en día no podríamos concebir nuestra existencia, sin el correo electrónico o los mensajes de texto por tecnología móvil. Y aunque estoy de acuerdo en que la tecnología hace todo más fácil, a veces se nos olvida que también podíamos hacer uso de la tinta y el papel como medios de comunicación.

No es que todos los cambios sean malos, de hecho estoy totalmente a favor del progreso tecnológico (seria contradictorio criticar la tecnología y al mismo tiempo estar haciendo uso de ella, para hacer llegar este mensaje). Simplemente creo que los cambios tecnológicos son un buen ejemplo de cómo la sociedad actual reemplaza ciertas prácticas por otras, y finalmente logra que las nuevas prácticas lleguen a ser parte de nuestro día a día. Lo cierto de esto es que el mundo ha cambiado de tal forma, que algunas cosas que antes nos eran comunes han quedado tanto en el pasado, que el volver a hacerlas puede resultar incluso extraño. Aplicando este ejemplo a otros contextos, deberíamos preguntarnos: ¿A qué cosas renunciamos, o decidimos olvidar cuando el mundo cambió a nuestro alrededor?

“Así dijo Jehová: Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma…”
Jeremías 6:16
Al igual que con algunas costumbres perdidas, muchos de nosotros hemos decidido voluntariamente, olvidar ciertas cosas con que fuimos enseñados. El mundo ha cambiado tan rápido que nos hemos adaptado a su nueva forma de hacer las cosas. Es algo similar al juego de “Simón dice”; El mundo dijo: “miente”, y nosotros dijimos: “de acuerdo”. El mundo dijo: “roba”, y nosotros dijimos: “¿Por qué no?”. El mundo dijo: “bebe, goza y disfruta de la vida sin medir consecuencias”; y nosotros dijimos: “Me parece bien”. Decidimos entrar en ese juego y hoy nos preguntamos: ¿Qué sucedió con esta sociedad que perdió el rumbo y se degrada a si misma?

Tal vez ha llegado el momento en que nos preguntemos: ¿Cuáles fueron esas sendas antiguas en las que alguna vez transitamos? ¿Cuáles fueron esas reglas morales que en algún momento nuestros antepasados creyeron, y que hoy nosotros hemos decidido olvidar? Tal vez el mundo nos hizo creer que debíamos evolucionar como sociedad, que las normas morales y éticas pertenecían a una forma de pensar retrograda y del pasado, o tal vez simplemente hemos olvidado el consejo y hemos querido hacer las cosas a nuestro propio parecer. Ahora bien, si ya nos hemos conformado o hemos decidimos hacerlo de esta forma, tenemos que hacer un análisis y determinar si realmente somos felices viviendo así. ¿Esta sociedad nos da la sensación que realmente sabe hacia donde se dirige? ¿Este camino que me señala el mundo es realmente por donde quiero ir?

Como iglesia debemos entender cual es nuestro papel como luz de este mundo, la iglesia debe señalar la dirección y alumbrar el camino. Nuestro papel dentro de esta sociedad es activo y reactivo. Como iglesia tenemos un criterio que dar frente a los temas sociales de hoy, un criterio que le indique a la gente, que la forma de pensar que el mundo intenta implantar, no es precisamente la senda por la que Dios le ha mandado al ser humano transitar. La iglesia no es solamente un ente participativo en las discusiones de actualidad, sino que tenemos en nuestras manos el conocimiento de la palabra de Dios, la cual es la norma ética y moral para el comportamiento humano más poderosa e infalible que conoce la sociedad. Aún podemos señalar el camino, denunciar el pecado y llamar al arrepentimiento. Aún podemos enrumbar los corazones para que escojan la senda estrecha, no es el más popular de los caminos pero sin lugar a dudas es el correcto.

A veces, cuando se simplifica la solución se diluye con ella la idea. Sí, somos más evolucionados como sociedad, con criterios más amplios y filosofías más nuevas, pero con todo esto ¿Nos sentimos en paz? A veces la tinta y el papel no son tan pasados de moda, si entiende lo que quiero decir…