martes, 8 de noviembre de 2011

Libertad


¿Qué no haría el hombre por conseguir la libertad? A lo largo de la historia de la humanidad, encontramos ejemplos de las grandes luchas que ha librado el hombre, para ser libre de cualquier lazo opresor que lo subyugue. Ya sea libertad de opinión, de pensamiento o libertad física, el ser humano anhela la libertad y luchará por ella, o morirá intentándolo.
La abolición de la esclavitud y el comercio de esclavos, la caída del régimen comunista en la Europa bajo la cortina de hierro, subrayado por la caída del muro de Berlín, que marcó el desplome de varias décadas de opresión, bajo un modelo ideológico represivo. Son solo algunos ejemplos de la luchas de la humanidad para obtener su libertad. De ahí mi pregunta inicial, ¿Qué no haría el hombre por conseguir la libertad?
Sin embargo a pesar de lo mucho que los hombres se esfuercen, hay un yugo de esclavitud del cual nadie podía librarse. Las cadenas eran tan pesadas y el celador tan cruel, que los triunfos sociales de libertad que hasta el momento ha alcanzado el hombre, parecen un juego de canicas en comparación a esta servidumbre. Les estoy hablando del pecado.

“Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado.”
Juan 8:34
La palabra esclavo es bastante fuerte, en tiempos de Jesús no lo era menos, sin embargo el concepto si era bastante común. Cuando Jesús hablaba acerca de la esclavitud, muchos entendían y vivían a la perfección el concepto que el Maestro estaba desarrollando. Había muchos esclavos a lo largo de todo el domino romano en los tiempos de Cristo y el concepto de esclavitud venía presente desde la ley de Moisés. Por lo que toda la audiencia que escuchaba las palabras relatadas en el evangelio de Juan, entendían lo que el Señor decía. “Todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado”.
La realidad de un esclavo, es que eran propiedad absoluta de su dueño. Carecían de personalidad jurídica, de opinión, de bienes, y hasta de familia propia. Todo lo que hacían debía ser bajo el permiso y autorización de su amo. Incluso sus hijos eran propiedad de su señor. Por tanto lo que Jesús nos esta mostrando en este versículo, es nuestra condición en el ámbito espiritual referente al pecado. Esto es, que el que tal comete, sirve al pecado; el pecado es su señor y tiene todo el derecho legal sobre la vida del siervo y sobre sus hijos. ¡Ahora si suena serio el asunto!
Pues bien, me alegra que hayamos aclarado esto, pues sí, es algo bastante serio. No podremos líbranos de esta esclavitud, con protestas pacificas y marchas a la casa de gobierno. No podremos recolectar firmas o dar un click en “Me gusta” en alguna red social. No se llega a la libertad de esta esclavitud con una revolución de pensamiento, o una nueva ideología de justicia social. El pecado es una servidumbre cruel, que pretende esclavizarnos a nosotros y toda nuestra descendencia por toda la eternidad. Entonces ¿Estamos destinados a vivir y morir sin libertad?

Dios ha provisto una solución a este dilema existencial humano, es claro que no podremos librarnos por esfuerzos propios, buen comportamiento y buenas obras; de esta esclavitud. Pero alguien más lidió con ese problema. Alguien más peleo esa batalla. Hubo uno que abrió la puerta de la celda. La victoria de Jesucristo en la cruz, generó la revolución más grande en la historia de la humanidad. El pecado ya no se enseñorea de nosotros, pues el precio por nuestra redención fue pagado.
Solo imagine la gratitud de un hombre que ha sido prisionero toda su vida, y que hoy por primera vez respira como hombre libre, siente el sol tocar su piel. Mira a su alrededor y no hay paredes, muros o cercas con vallas que lo detengan. En sus pies no hay más grilletes. Se detiene un momento a considerar que ha pasado, es tan bueno que no lo puede creer. Sus ojos se llenan de lágrimas. Por fin es libre… Tratará toda su vida por todos los medios posibles, de conocer a quien lo ha liberado para agradecerle.
Pues bien, ese hombre es usted, o podría serlo hoy si conociera el nombre de su libertador…

“Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres.”
Juan 8:36