miércoles, 29 de septiembre de 2010

De gritos y alaridos

Hace unos meses regresaba de mi trabajo en autobús. Atorado en el tránsito, no podía más que esperar  y escuchar. ¿Qué escuchaba? La verdad hubo algo que llamó mi atención. Y era que el chofer sintonizaba algún tipo de emisora de radio religiosa. Era obvio que el chofer estaba muy entusiasmado con lo que se decía en la radio. Cantaba cada canción, decía “amen” y “aleluya” a cada frase que le agradaba. Les puedo asegurar que después de un tiempo, no solo yo prestaba atención a la escena, sino que todos los pasajeros observaban lo que ocurría.
Transcurridos algunos minutos de canciones y citaciones bíblicas, un predicador encargado de un tiempo de oración radial, comenzó a hablar. Luego de hacer una lectura bíblica, y una meditación personal del pasaje (erróneamente interpretado, debo decir), inició su tiempo de oración. La verdad no sé si llamar oración lo que estaba escuchando, pues lo cierto es que levantaba la voz, casi al punto de gritar. Prometía que milagros iban a ocurrir y que solo había que tener fe.

No es que esté en contra de lo que el predicador decía. Creo que Dios puede hacer milagros, y que la fe es necesaria para ver la mano de Dios obrar. Lo que si me molestaba era la forma en que lo hacía. De hecho llegue a sentir vergüenza. Luego de unos pocos minutos de oración, todos los pasajeros del autobús comentaban y hacían gestos de incomodidad de la situación. Todo el autobús escuchaba los gritos que decían: ¡Recibe tu milagro ahora! Adornando la frase con muchos “aleluyas” y uno que otro “amen”. Otras palabras rebuscadas de contexto netamente religioso tales como “unción” y “Gloria de Dios”, eran usadas con frecuencia. “¡La unción de Dios esta aquí!” o “¡La Gloria de Dios desciende en la cabina de la radio!”. Queriendo sonar espiritual, para los demás se escuchaba ridículo y molesto.

A todo esto pienso: Teniendo el mensaje correcto, se ha hecho un espectáculo, que ha resultado incomodo para los no creyentes. Lo primero que pensé después de escuchar esa situación fue: ¿Cómo percibe la gente a los cristianos? Como personas ejemplares, o como fanáticos religiosos casi al punto de la locura ¿Acaso el cristiano debe parecer un lunático para mostrar espiritualidad? Gritar y llenar los mensajes de palabrería santurrona que ningún no creyente entendería, o un evangelio claro; entendible y agradable a los oídos de las personas. Sin religiosidad, solamente con sencillez.

Pienso que muchos ministros han perdido la perspectiva de cómo presentar el evangelio a los que no conocen de Jesús. Por lo que me pregunto: ¿Cómo lo haría Jesús?

“Jesús le enseñó todo esto a la gente por medio de ejemplos y comparaciones, y sólo así les enseñaba. De esa manera, Jesús cumplió lo que Dios había dicho por medio del profeta:
    "Hablaré a la gente por medio de ejemplos, y contaré cosas que Dios ha tenido en secreto desde que hizo el mundo".”
Mateo 13:34-35 «Versión Lenguaje Sencillo»

Jesús empleó una de las formas literarias más sencillas y fáciles de entender. Él no pretendía adornar sus mensajes, sino simplemente presentarlos de tal forma que las personas los pudieran entender. Revelar una verdad divina de una forma simple, fue la forma que Jesús escogió. No me imagino al Maestro (Con justa razón fue llamado así) gritando y haciendo todo un show. No puedo imaginarlo usando palabras rebuscadas con significados complejos. Y la razón por la que no puedo imaginarlo es porque Él nunca hizo así. No obró de esa forma antes y no lo hace así ahora.

Si hemos de aprender algo de Dios, debemos procurar trasmitirlo a los demás, de la forma en que les sea más fácil entender y aceptar. El evangelio no necita de nada ni de nadie para lograr su cometido. No hace falta un show de alaridos y plegarias sazonadas. Solamente ser expuesto tal cual es. Y nosotros como representantes de ese evangelio, seamos cristianos pensantes y coherentes. No lunáticos estridentes, pues se trata de presentarles a Cristo a las personas, no ahuyentarlas.