lunes, 3 de enero de 2011

Lo que pasó en el año viejo

Algunas personas cuando llega el final de cada año, tendemos a ponernos algo reflexivas. Durante trescientos sesenta y cinco días hemos pasado por tantas cosas. Muchas victorias y buenos momentos, así como abundantes fracasos y tragos amargos. ¿Qué hicimos mal y qué hicimos bien? ¿Qué debemos repetir y que debemos olvidar? Las victorias son fáciles de aceptar. Son como medallas colgadas en nuestro pecho, doradas y brillantes ¡Vaya que son hermosos los recuerdos de victorias! Quizás para muchos, el final del año esta bañado de victoria. Muchos culminan el año llenos de satisfacciones y alegrías. Si ese es su caso me alegro mucho, sin embargo creo que este mensaje no es para usted. Si nunca ha pasado uno de esos años que son para olvidar, le recomiendo otro tipo de lectura.
Pero si alguna vez ha tenido uno de esos años donde los fracasos y las decepciones son tantas, que solo deseas suspirar profundo; esperar que el reloj dé las doce del treinta y uno de diciembre; y decir: “Finalmente se acabo”, le invito a quedarse un momento conmigo y compartir unas cuantas letras al respecto.

“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”
Romanos 8:28
Algo que siempre me ha dado consuelo, cuando termino uno de “esos años”, es saber que Dios permite que las cosas sucedan por alguna razón, y que sin importar lo difícil que sea la situación, o lo  amargo del trago que haya que tomar, sabemos que Dios es bueno; y es porque Él es bueno que podemos encontrar descanso. A veces nos resulta difícil el concepto de bondad, porque en este mundo la bondad es algo raro de encontrar (es algo casi extinto), sin embargo la bondad de Dios nos habla de su naturaleza perenne, a hacer el bien siempre. Y no solo hacer el bien, sino buscar el bienestar de los que le aman.
Esto último es importante, pues no todos disfrutan del bien de Dios, sino como dice el versículo en Romanos: “…a los que conforme a su propósito son llamados”. No hay que confundir las cosas, aunque Dios es bueno, no hace bondad con todos, sino solo con quienes le son fieles.
Seguramente se esta preguntando: “Si Dios es bueno y yo me esfuerzo por serle fiel, ¿por que me suceden estas cosas malas?” Permítame contarle una historia:

Un hombre anciano tenía un viejo caballo para cultivar sus campos. Un día, el caballo escapó a las montañas. Cuando los vecinos del anciano labrador se acercaban para condolerse con él, y lamentar su desgracia, el labrador les replicó: “¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¿Quién sabe?” Una semana después, el caballo volvió de las montañas trayendo consigo una manada de caballos. Entonces los vecinos felicitaron al labrador por su buena suerte. Este les respondió: “¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe?”. Cuando el hijo del labrador intentó domar uno de aquellos caballos salvajes, cayó y se rompió una pierna. Todo el mundo consideró esto como una desgracia. No así el labrador, quien se limitó a decir: “¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¿Quién sabe?”. Una semana más tarde, el ejército entró en el poblado y fueron reclutados todos los jóvenes que se encontraban en buenas condiciones. Cuando vieron al hijo del labrador con la pierna rota le dejaron tranquilo. ¿Había sido buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe?

A veces nos sentamos a lamentarnos por las circunstancias que suceden, cuando deberíamos esperar un poco a que Dios lleve a cabo sus planes, en su debido tiempo. Puede que lo que nosotros consideramos malo, sea parte de un plan de Dios para nuestras vidas, solo debemos soportar por un poco de tiempo. Al fin y al cabo nuestra confianza está en que es Él, quien lleva las riendas de las circunstancias.
Durante la filmación de la película Ben Hur, había una escena particularmente difícil. Charlton Heston tenía que conducir en una carrera de cuadrigas, en un circo en forma de ovoide. Aunque el señor Heston había aprendido a manejar la cuadriga, le resultaba sumamente difícil mantener el control de la misma, por lo que le mencionó al director William Wyler que probablemente podría conducir la cuadriga, pero difícilmente podría ganar la carrera, a lo que Wyler le contesto: “Asegúrate de permanecer en la cuadriga, yo me encargare de que la tuya gane”. Lo mismo sucede con nosotros, aunque su año haya sido difícil y parece que todo pierde el control, aguarde un poco de tiempo, Dios se encargará de sacarlo victorioso de ahí.