martes, 14 de septiembre de 2010

Quien te dijo que eras mendigo

“Entonces vinieron a Jericó; y al salir de Jericó él y sus discípulos y una gran multitud, Bartimeo el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino mendigando.
Y oyendo que era Jesús nazareno, comenzó a dar voces y a decir: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí! Y muchos le reprendían para que callase, pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí! Entonces Jesús, deteniéndose, mandó llamarle; y llamaron al ciego, diciéndole: Ten confianza; levántate, te llama. El entonces, arrojando su capa, se levantó y vino a Jesús. Respondiendo Jesús, le dijo: ¿Qué quieres que te haga? Y el ciego le dijo: Maestro, que recobre la vista.  Y Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Y en seguida recobró la vista, y seguía a Jesús en el camino.”
Marcos 10:46-52
En ocasiones el éxito depende de estar en el lugar correcto y en el momento correcto. Sin embargo, también hay ocasiones donde debemos luchar para obtener lo que deseamos. A veces es una cuestión de actitud. Ese es el caso de Bartimeo.
La historia de Bartimeo en el evangelio de Marcos, es uno de mis relatos favoritos, pues hay tres cualidades de Bartimeo que realmente admiro: perseverancia, fe y gratitud. Admiro estas cualidades pues no son propias de alguien con las características de Bartimeo. A pesar de ser ciego, Bartimeo tiene una gran visión. Su perseverancia y fe así lo demuestran. Y a pesar de ser mendigo, es muy generoso cuando de gratitud se trata.
Analicemos por un momento a Bartimeo. Como ya mencioné antes, es ciego y mendigo, lo que nos dice que no tiene nada que perder, por tanto se arriesga. Ve sus posibilidades y sabe que Jesús está cerca. Pienso que Bartimeo sabe que su condición no puede ser peor, pero estando Jesús cerca, su condición si puede mejorar. Es por esto que no le importa que los demás quieran callarlo. La oposición a su clamor lo hace clamar más fuerte. Generalmente cuando estamos sumidos en la desdicha, queremos clamar por ayuda, pero la oposición que quiere callarnos puede más que la poca persistencia que mostramos. Si pones atención, fue el clamor de Bartimeo lo que hizo que Jesús se detuviera. Jesús atiende nuestro clamor en medio de la desdicha.

Hay otro aspecto que me llama la atención. Bartimeo arroja su capa, se levanta y viene a encontrarse con Jesús. No sé si usted se ha detenido a pensar en esta acción algún momento, pero ¿Tiene idea de lo importante que puede ser una capa para un mendigo? A decir verdad la capa es todo lo que le queda al mendigo. ¡Cuán importante debió ser la capa para Bartimeo! Y a pesar de eso, se desprende de ella. Hay ocasiones donde, para poder acercarte a Jesús, debes soltar aquello que más aprecias. A tu parecer esa capa puede ser algo muy preciado, pero si lo ves bien, tal vez no sea más que un harapo de mendigo. Somos muy dados a aferrarnos a las cosas, por muchos motivos: amor, necesidad, afinidad, conveniencia, costumbre; llámalo como quieras, la cuestión es que tomamos algo como nuestro y no lo dejamos ir. Quiero darte un ejemplo de lo absurdo que puede llegar a ser, este pensamiento de obstinación.

El mono cariblanco, es uno de los animales más ágiles y rápidos que hay en las selvas centroamericanas. Sumamente difícil de atrapar por los cazadores. Pero tiene una debilidad: su estómago. Gusta de comer bien y con el mínimo esfuerzo, así que los cazadores colocan fruta dentro de un coco con un pequeño orificio. De tal forma que el monito puede meter su mano y tomar la comida. Pero cuando cierra el puño para llevarse la fruta, no puede sacar la mano por el orificio del coco. Aferrado a su comida, continúa tratando de sacar el puño lleno de frutas y es tanta su obstinación de no abandonar su comida, que los cazadores se acercan tranquilamente y lo atrapan con facilidad. Tiene toda una selva llena de frutas y alimentos, pero por aferrarse a un puñado de comida dentro de un coco, pierde su libertad.

Curiosamente al ser humano le pasa lo mismo. Tendemos a aferrarnos a capas de mendigos y por tanto Jesús nos pasa de largo. Para soltar tu capa solo necesitas tener fe. Fe que lo que recibirás es mejor que aquello a lo que te aferras.
La perseverancia de Bartimeo lo trajo delante de Jesús, pero fue por su fe que fue recompensado. No importa cuánto te cueste hacerlo, no dejes de perseverar y tener fe. Al final del día, puede que esto te traiga recompensas.
Por último no te olvides de la gratitud. Dice el texto que una vez que Bartimeo recobra la vista, decide seguir a Jesús. Esto muestra su gratitud. A veces nos cuesta tanto ser agradecidos. No pierdas la oportunidad de dar gracias, cada vez que la situación lo amerite.

De verdad me asombra encontrar tanta riqueza de corazón en un mendigo. Perseverancia, fe y gratitud. Hay personas con abundancia de bienes, que son más miserables que este mendigo. Bartimeo era un espíritu rebosante de abundancia, atrapado en un cuerpo con un impedimento físico. Ciego por infortunio, tal vez, pero un mendigo; nunca.

Sabes una cosa, puedo imaginarme a Jesús pensando lo siguiente:
“Bartimeo, tienes perseverancia, fe y gratitud. ¡Sabía que no eras un mendigo!” 
 La persona, que es perseverante, tiene fe y sabe ser agradecida; no ha nacido para ser un mendigo. ¿Cuál tipo de persona eres tú?


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