En el mensaje de la semana pasada, les escribí acerca de la muerte, de como esta desalentadora palabra nos atemoriza y cual es la promesa que Jesús nos ha dado para quienes confiamos en Él. Por lo que esta semana me he propuesto escribirles sobre un tema que está directamente relacionado y que genera polémica y diversidad de pensamientos conflictivos en nuestras mentes. Hoy quisiera dedicarle unas palabras al tema de las tragedias.
Al hablar con las personas sobre las tragedias me he dado cuenta que muchos han desarrollado algún tipo de resentimiento contra Dios, por causa de los efectos de la muerte. Muchos han visto a sus seres amados morir en agonía o trágicamente y en su desesperación han querido entender desde su propia percepción los motivos de Dios y juzgarlos: “¿Cómo puede un Dios bueno permitir que un ser humano muera sufriendo?” “¿Cómo puede permitir Dios que mueran niños inocentes, o que millones mueran de hambre?” “Si Dios es todopoderoso ¿Por qué permite todo esto?”
“¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuan insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quien fue su consejero? ¿O quien le dio a él primero, para que le fuese recompensado? Porque de él, y por él, y para él son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén”
Romanos 11:33-36
Es indiscutible afirmar que las cosas malas suceden, que no todos morimos de vejez en la cama de nuestras casas, con ángeles cantando a nuestro alrededor y con una sonrisa en los labios. Así pues cuando la tragedia y el dolor tocan la puerta, el mundo se conmociona y se pregunta: “¿Por qué Dios permitió esto?”. De todo corazón le digo que si pudiera escoger la forma en que he de morir, seria acostado en la playa, en un día soleado, con una música de Beethoven de fondo y una nube en cielo con forma de corazón. Pero es duro aceptar que nadie puede escoger como ha de partir de este mundo; y que Dios tiene potestad para llevarse a las personas a la otra vida como él quiera, pues Dios no es un debilucho que deba pedir permiso o consejo a la gente, de cómo quieren ellos ser llevados. Si así fuera nadie querría irse. Dios no necesita discutir sus motivos o su voluntad con nadie, simplemente el ser humano debe entender que la sabiduría, el conocimiento y la visión que Dios tiene de las cosas terrenales que nos afectan directamente, es más amplia y profunda de lo que nosotros podemos entender, así que, en vista de que nosotros no entendemos los motivos, o podemos ver todo el panorama, no estamos calificados para tomar decisiones de calidad respecto a lo que llamamos tragedias, cosa que Dios si puede. Lo que trato de decirle, es que el ser humano solo conoce una parte de los acontecimientos, que generalmente esta influenciado por nuestros sentimientos; mientras que Dios conoce todo el panorama completo. El sabe lo que está haciendo y por qué lo esta haciendo.
Cuando la tragedia llega a nuestras vidas comúnmente se nos dice la siguiente afirmación: “Dios tiene un propósito del por qué suceden estas cosas”. Ahora bien, seamos honestos; tal afirmación aunque es correcta y bien intencionada, no es precisamente reconfortante. Por lo cual creo necesario sustentarla con algo más que buenas intenciones.
Es correcto decir que hay una voluntad divina en estos asuntos; y que quizás en nuestro limitado entendimiento no la podemos observar y entender. Las personas tienen la percepción que si son buenas en la vida, no deberían tener una muerte trágica ni dolorosa, porque Dios nos ama y nos va a preservar de tales cosas, sin embargo si esto fuera una regla general, Jesús debería haber muerto de risa o algo aún más placentero. El entendimiento normal de las personas de esa época, consideraría que la muerte de Jesús era la tragedia e injusticia más grande de la historia. Lo que nadie podría entender hace mas de dos mil años acerca de la tormentosa y tortuosa muerte de nuestro Salvador en una cruz, era que esa carnicería irracional y sin sentido al entendimiento humano, era el acto de sabiduría divina más grande jamás concebido. El hombre aun dos mil años después le cuesta entenderlo. Hay un propósito del por qué suceden las tragedias; pero muchas veces nuestro entendimiento es demasiado limitado para conocer la profundidad de la sabiduría de Dios. ¿Que me dice de Pedro, Pablo, Esteban o alguno de los miles de mártires de la fe? Las muertes de los mártires de la fe cristiana sirvieron para asentar las bases de la fe que usted y yo profesamos; y las bases de la iglesia cristiana de hoy en día.