domingo, 29 de mayo de 2011

De Vida o Muerte

Cuando tenia siete años un compañero de clase le preguntó a mi maestra si era cierto que todos algún día habríamos de morir. ¡Que pregunta más complicada de responder! Una clase de al menos treinta niños, dentro de los que me incluyo, esperábamos expectantes la respuesta: “Así es, dijo la maestra, todos moriremos algún día”. La reacción de la clase a la afirmación de mi maestra, fue más trágica que la destrucción de Pompeya o el desastre del Titanic. El llanto y el desconsuelo se apoderaron del ambiente. ¡Vaya trauma de infancia!
Recuerdo que ese mismo día llegué corriendo a la casa y lo primero que hice fue preguntarle a mi mamá si ella también habría de morir algún día. La respuesta de mi madre fue la misma que la de mi maestra, pero ella al verme romper en llanto, tuvo el amor y la sabiduría para abrazarme y reconfortarme, al decirme que en la Biblia, Jesús nos enseña que todo el que cree en Él tiene vida eterna.

“Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.”
Juan 11:25
¿Por qué nos atemoriza tanto la muerte, si desde que tenemos conciencia se nos ha dicho que algún día llegará? Ya sea por palabra de una maestra de escuela algo torpe al hablar, o de algún familiar que se tomó su tiempo para explicártelo, lo cierto del caso es que vivimos sabiendo que ese momento llegará para nosotros y nuestros seres amados. Aun así, cuando el momento llega, siempre nos toma por sorpresa; solemos llamarlo tragedia. Lo que pasa es que nadie espera a la muerte de cara al sol, con una sonrisa en los labios y con los brazos abiertos. Tememos a la muerte porque ella nos arrebata todo lo que conocemos y nos recuerda lúgubremente que no podemos sentirnos demasiado cómodos en esta vida, pues algún día deberemos dejarla.

Sin embargo no todo lo relacionado con la muerte es desesperanza, en el capítulo once del libro de Juan encontramos unas palabras que Jesús nos da acerca de la muerte y la fe. El contexto en el que Jesús pronuncia estas palabras es posterior a la muerte de Lázaro, y si conoce la historia sabrá que Jesús resucitó a Lázaro del sepulcro. Esto nos da un panorama algo distinto acerca de Jesús, la muerte y las tragedias; y esto es que Jesús es Señor tanto de la vida como de la muerte. Es por esto que sus palabras son tan representativas. La resurrección es la victoria sobre la muerte y la vida más poderosa que la muerte. Con esto Jesús nos muestra que Él es el originador de la vida y por ende la muerte no tiene poder sobre Él, ni sobre los que depositan su fe en Él.

Con estas palabras Jesús no está diciendo que la fe nos convierte en inmortales, sino que hay un mensaje mas profundo en esto de la muerte de lo que nosotros pensamos. En primer lugar debemos entender lo que los antiguos pensaban acerca de la muerte, y esto es que la misma era un estado de sueño, donde los muertos sencillamente dejaban de ser y que no había nada más allá de este mundo sino solo un sueño eterno. Pero este pensamiento es tan cuadrado como la idea que la Tierra era plana ¿Como podemos pensar que solo existe este mundo? Hay tanto acerca del mismo que nosotros no conocemos ni hemos visto o experimentado, hay un universo entero que nosotros no conocemos. Y si nuestro entendimiento de lo que nos rodea es tan limitado, ¿cómo podemos descartar lo que no conocemos solo por no haberlo experimentado? Sencillamente es un argumento demasiado cuadrado. No podemos descartar la vida más allá de la muerte porque no la conocemos o entendemos. Si Jesús nos dice que Él es la vida, es porque necesariamente también existe la muerte; y si nos dice que Él es la resurrección, es porque el que en Él confía no permanecerá eternamente en la muerte.

Si lo piensa bien, esta esperanza de vivir más allá de ese tétrico paso que implica el morir, representa la victoria sobre la muerte de todo aquel que cree en Él, pues el efecto desalentador que tenia la muerte, de dejarnos en el sepulcro eternamente ha sido suprimido. Una muerte que no puede matar definitivamente no es una gran muerte que digamos. Así que un Cristo que es la esencia de la vida y que nos promete vida y resurrección juntamente con Él, es un Cristo poderoso, mas poderos que la muerte misma. No se usted, pero yo pienso que una promesa semejante vale la pena prestarle atención. Si lo piensa bien, sí es un asunto de Vida o Muerte.

lunes, 16 de mayo de 2011

Relacion y Obediencia

Siempre me han gustado los perros, pues son graciosos, fieles y muy sencillos. Si te ven venir mueven la cola, si los acaricias mueven la cola, si los alimentas mueven la cola, si los sacas a pasear mueven la cola. Si juegas con ellos; ¿adivine?… así es, también mueven la cola. Los perros no piden mucho, en realidad ellos se sienten felices solamente de pasar tiempo con su amo.  Me agradan todos los tipos de perros, pero en ocasiones siento más simpatía por los perros que no son de raza. Usted sabe, el típico perro callejero, que nadie quiere por feos, mugrosos y pulgosos. Sin embargo estos perros resultan muchas veces ser más educados, obedientes y fieles que el más fino de los especímenes con pedigrí. Algunas personas gustan de tener un perro de raza, pero no es mi caso, yo no necesito que el animal tenga papeles de legitimidad, o que tenga un hermoso pelo, buenos dientes y postura elegante. Solo necesito que obedezca cuando le digo que no orine la alfombra y que mueva la cola cuando me vea venir.

“La comunión íntima de Jehová es con los que le temen, Y a ellos hará conocer su pacto. “
Salmo 25:14
Estoy convencido que a Dios no le importa nuestro pedigrí cristiano. Me refiero a todas las credenciales ministeriales, estudios teológicos, capacitaciones en liderazgo, cantidad de adeptos en nuestras iglesias (o ministerios), nuestros rostros de piedad y ropa de domingo. Dios no se ve impresionado o deslumbrado por nuestros meritos o los de cualquier otro, El solo está interesado en dos cosas: Relación y Obediencia.
Muchas veces me he equivocado pensando que Dios espera algo más de mí que estas dos simples cosas. Lo cierto del caso es que los demás aspectos de la vida cristiana, como el servicio a Dios, el ejercicio de los dones espirituales, el liderazgo y todos los planes que podamos construir alrededor de nuestras pretensiones y deseos ministeriales; vienen como consecuencia de una vida de obediencia y una relación genuina con Dios. Observe por un segundo, la información contenida en el Salmo 25:14. Dios tiene comunión con quienes le temen. Esto es muy importante, pues no hay relación sin comunión. Y esta comunión es mediante el temor a Dios. Este temor a Dios no es un miedo irracional o paranoico, sino que el temor a Dios es un elemento totalmente fundamentado y lógico de una relación con un Dios que es Santo. El temor a Dios se fundamenta en tres aspectos esenciales:

1. Reconocimiento de Dios como único y verdadero
2. Rendición y sumisión a su voluntad
3. Obediencia a sus mandatos.

Como ve es algo similar a mi ilustración del perro callejero. La comunión de Dios es con los que le reconocen como Señor, se rinden a su voluntad y le obedecen. Y obedecer a Dios es exactamente como la metáfora del perro que no debe orinar la alfombra. Como lo indica el Salmo 25:14, Dios da a conocer su pacto ha aquellos con los que tiene comunión y por lo tanto espera que nosotros obedezcamos dicho pacto. Es un principio simple, si le has aceptado como tu Señor, debes obedecer lo que El te dice que hagas y también lo que El dice que no hagas.

Para concluir, solo quiero mencionar un aspecto más del por qué siento tanta simpatía con los perros callejeros. Y es que ellos, por no tener un linaje especial, han sido desechados; están sucios; desnutridos y llenos de pulgas; arrojados a la calle; nadie los quiere siquiera tocar. Y cuando pienso en esto puedo ver cómo era nuestra condición antes de conocer de Jesús. Éramos lo desechado y lo más vil del mundo, desnutridos espiritualmente, sin un hogar y sin alguien que nos amara. Pero Jesús tuvo misericordia y nos dio un hogar y nos tocó, cuando nadie más quería hacerlo. Yo no era más que un perro vagabundo antes de conocerle. Y aunque no tenga ningún linaje especial, El me aceptó y me adoptó a pesar de mis errores y mis pecados. También mi falta de linaje me hace recordar que no fui aceptado por ser especial, sino porque El es un gran Señor.  Como puede ver la alegría de esta adopción es tan grande, que tengo muchas razones para mover la cola (metafóricamente hablando por supuesto).
Relación y Obediencia es todo lo que El requiere. Si lo piensa bien, El nos ha dado mucho más…

lunes, 2 de mayo de 2011

Deuda saldada

Hay una frase que al ser pronunciada provoca más terror que un zorro en un gallinero. Así es, efectivamente le estoy hablando de las “Tarjetas de Crédito”. Una gran cantidad de personas saben de lo que estoy hablando. Me refiero a ese escalofrió en el espinazo cada vez que recibes los estados de cuenta y te preguntas: ¿Ahora que rayos hago? Tienes una enorme cuenta pendiente y ni la más mínima idea de cómo cancelarla.
Pensemos en un momento como fue que nos dejamos engatusar por ese vil pedazo de plástico. Siempre nos dicen que usemos la tarjeta de crédito para cubrir imprevistos, sin embargo los zapatos nuevos; las cuentas de restaurantes y las camisas del aparador de aquella tienda; tienen más el sello de nuestros propios impulsos; que de algún imprevisto. ¡Y cómo se nos hace gravoso cargar con nuestras propias cuentas!

“Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz.”
Colosenses 2:13-14
No puedo imaginar una deuda más difícil de pagar que la deuda de mis pecados. Es como si todos nosotros nos hubiéramos excedido en deleites, caprichos y deseos egoístas; y nuestro estado de cuenta espiritual estuviera en rojo. El texto de Colosenses cita un “acta de decretos” que había en contra nuestra, la cual se refiere a un documento legal de deuda. Por nuestra multitud de rebeliones, hemos excedido el límite de crédito permitido y por tanto ahora nos toca hacer el pago.

El problema es que esta deuda no acepta cheques post- fechados, Visa o Master Card. A este Banco Espiritual no le interesa tu dinero, tu apellido, de donde provienes, que has estudiado o cuáles son tus planes. La deuda que has adquirido solo acepta un pago posible y es la muerte. Justamente es en este punto, donde un escalofrió recorre tu cuerpo y tu rostro se vuelve un poco atractivo pálido muerte. Querrás hablar con el gerente del Banco, pero es inútil, el acta de decretos es «sumamente» contraria (Énfasis añadido). El reproche no se hace esperar: “Pero mi pecado no es tan grave, al fin y al cabo yo no he matando a nadie”. Lo cierto es que esa argumentación no cambiará las cosas, en parte porque el acreedor que está cobrando la deuda no le importa tu punto de vista (Satanás es el cobrador más implacable que ha conocido la historia) y también por el hecho que la ley no se hizo para mayores o menores infractores. Si infringes la ley aunque sea en una coma, es lo mismo que si la infringes en todos sus incisos. El caso es que eres deudor, y los términos de “esa tarjeta” son el pago de la deuda con precio de sangre.

Imagínate por un segundo la siguiente escena: Resulta que un día, angustiado de saber que el día del pago se acerca, llegas al Banco a tratar de hacer algún arreglo de pago:
     Si me permite pagar los pecados mas pequeños primero, le aseguro que los demás pecados se los iré pagando en abonos quincenales, hasta finalizar por ahí del año 3016.
Sin embargo en la ventanilla de cobro, se te indica que la deuda ha sido pagada.
     ¿Perdón como dijo?
     Así es, la deuda ha sido cancelada.
     ¿Cómo puede ser esto posible?
     Alguien más vino e hizo el depósito de todo lo que nos debía. Puede irse tranquilo, su deuda fue saldada… 
¿Cómo puede ser saldada una deuda que se paga en moneda de sangre? Pues la lógica elemental nos dice, que alguien más tuvo que pagar esa sangre para que nosotros tuviéramos libertad: “anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz”.
Jesús pagó con su propia vida, toda la deuda que usted y yo habíamos adquirido, El fue al Banco e hizo el depósito a nombre suyo. No estaba obligado a hacerlo, simplemente lo hizo porque nos ama y quería fuéramos libres.
No se usted, pero después de entender esta verdad espiritual, he desarrollado dos buenos hábitos:
1. Hago mis pagos en efectivo
2. Doy gracias a Dios que por la obra de su Hijo en la cruz, ya no soy más un deudor.
¡Cuánta gracia  y misericordia nos ha dado Dios!