Hace unos días tuve la oportunidad de conocer la marina del hotel Marriot los Sueños, en playa herradura. No piense que me hospedé en ese lugar, alguien de mi humilde condición no podría costearlo, pero sentí curiosidad de conocer el lugar y mirar de cerca los yates atracados a lo largo de la marina. Como se imaginará el lugar es impresionante. Hermosos jardines, elegantes fuentes de agua y ostentosas residencias para los muy privilegiados dueños; y por supuesto los yates para los millonarios del mundo. Desde luego que yo estaba fuera de lugar, pero igual me quedé a echar un vistazo, al menos eso es algo por lo que no me pueden cobrar.
Es fácil sentir atracción por las riquezas, sería un hipócrita el que diga que el lujo no es atractivo, pero entre todo ese oro que brilla y deslumbra; entre las chequeras gruesas y las cuentas bancarias infladas, hay una pregunta que debes hacerte: ¿En dónde está puesto mi corazón?
“Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz. Pero él, afligido por esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones.”
Marcos 10:21-22
El pasaje citado de Marcos es ampliamente conocido por muchos como la historia del “Joven Rico”. Nos dice la Biblia que un joven se acerca a Jesús pues desea heredar la vida eterna. Llama la atención que el chico utilice la palabra “heredar”, parece que a los muchachos siempre les ha interesado la idea de tener mucho e invertir poco, y dado que era rico, estaría muy interesado en algo tan preciado como la vida eterna, una especie de oferta en el mercado pensó el joven. Pobre chico, Jesús le pidió, lo único que él no estaba dispuesto a dar. ¡Que mal me fue al regatear! Debió pensar el chico, pues al final el muchacho no acepta el trato que le plantea Jesús: “¿Así que estas interesado en salvarte? Pues vende tu yate, tu residencia en la playa, y sígueme…” El joven dio media vuelta, apretó los dientes, tragó profundo y se fue: “No gracias, ni que me faltara un tornillo”, debió pensar el acaudalado muchacho.
Es importante explicar en este punto, que la Biblia, ni Dios están en contra de las riquezas. Si alguien algún día le dice lo contrario, le digo de todo corazón que esa persona se equivoca. Pues en la Palabra de Dios encontramos a muchos personajes que fueron inmensamente ricos, solo que la característica en común que todos ellos tenían, era que su corazón estaba puesto en Dios y no en las cosas que poseían. Y es que a Dios no le interesa su dinero, El está interesado en su corazón. ¿Cómo lo sé? Fíjese en lo que hizo Jesús antes de responderle al joven rico:
“Entonces Jesús, mirando al joven, le amo y le dijo: Una cosa te falta: anda vende todo lo que tienes…”
Marcos 10:21
Jesús amó al joven rico. Es cierto que el muchacho tenía problemas, es cierto que le interesaba el dinero y las posesiones, pero aun así Jesús le amó, porque miraba su corazón.
El problema de la historia es que el joven no le amaba igual. Su corazón le pertenecía a otro dios. Un dios hecho de oro, que deslumbra y que atrae, pero nos encadena los pies a este mundo. Nada de lo que atesoremos en vida, nos lo podremos llevar al final de nuestros días. Las riquezas son un dios algo incompetente a la hora de preservar la vida en términos de “eternidad”.
Finalmente la Biblia nos dice que el muchacho se alejó de Jesús triste, y es que tenía razones para sentirse triste, pues no hay nada más triste que darle la espalda a Jesús. Cada paso que daba el muchacho a partir de ese momento, lo daba alejándose del Maestro, quizás para no volver jamás.